miércoles, 24 de abril de 2013

EL CIELO PODÍA ESPERAR



Boix en el campo de concentración de Mauthausen


El cielo podía haber esperado un poco más. Treinta años son pocos en la vida de un hombre. Treinta años son muy escasos cuando, un gran número de ellos, se han vivido en el infierno creado por el nazismo y cuando su juventud se marchitó en una lucha fratricida, defendiendo los principios e ideales por los suyos transmitidos. La España de los vencedores, qué ironía utilizar el término victoria, le cerró las puertas y emprendió, junto con doscientos mil españoles más, el largo éxodo que culminó en el campo de exterminio de Mauthausen. Francisco Boix era un republicano de España, y eso, ya constituía un delito de tal magnitud que, a los ojos del fascismo, le otorgaba un billete de ida a los campos de concentración donde la vida se extingue poco a poco bajo el yugo del odio, la sinrazón y los trabajos forzados. De ese viaje, muy pocos consiguieron el ticket de regreso. La sangre de muchos españoles quedó para siempre depositada en las piedras de los ciento ochenta y seis escalones que separaban la cantera de granito de los barracones de Mauthausen.

Los carceleros torturadores se sintieron inmunes de sus propios actos. Su egolatría terminaría por destruirlos.  Francisco Boix disponía de un arma que, en cada uno de sus disparos, dejaba constancia de las tropelías y atrocidades del nazismo. Esos disparos pasaron a la historia y constituyeron documentos gráficos que sirvieron de base a las condenas de los juicios de Nuremberg. Boix fue el único español que testificó en el proceso. Boix fue portavoz de los compatriotas ausentes.

Pronto los acompañaría. A los treinta años años una enfermedad frenó en seco su vida. Cierto es que Francisco Boix vivió con intensidad y que, en su corta existencia, empuñó las armas como miembro de las juventudes comunistas contra el ejército sublevado en España y en la resistencia francesa, ya en el exilio. Cuando la vida le deparaba la oportunidad de vivir y ejercer  su profesión de fotoperiodista, Francisco Boix nos dejó.  Una vez más sentimos la presencia de la ausencia, porque hay personas que merecerían un puñado más de vida para compensar los años de sufrimiento bajo la arbitrariedad de los dictadores. En muchas ocasiones, el cielo podía esperar.





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