martes, 15 de enero de 2013

MAESTRO






Sé que me he retrasado. Desde el seis de enero no me he puesto en contacto con vosotros. Tenéis que comprenderme, no es fácil instalarse en la nueva casa. Acarrear con los útiles de trabajo tiene sus complicaciones; sobre todo, el ordenador, mi herramienta de trabajo, a la que he dedicado ocho o diez horas diarias. Escribir, mi pasión. He solucionado los problemas de la red wifi, nunca pensé que en el cielo la cobertura fuera tan complicada. Activo, al fin, en twitter y en las demás redes sociales.

Mis nuevos compañeros no dejan de preguntarme por el oficio. Siempre les digo lo mismo, nací en una redacción y por mis venas corre tinta de imprenta con algo de alcohol. El güisquito siempre entona. Aquí, no hay.

Fidel Castro no cae bien por estos lares, de ello me he dado cuenta cuando narro mis andanzas por Sierra Maestra. África les apasiona y, cada noche, como niños que demandan a la madre el cuéntamelo otra vez, no dejan de interesarse sobre mi viaje del Cairo a Ciudad del Cabo, por la cobertura que hice de la marcha por el trabajo y la libertad de los afroamericanos; aunque de eso, ya conocían, lo había contado Martin Luther King que, por aquí anda, antes que yo.

A vueltas con el oficio. Recordad que África es mejor que Disneylandia. Que la función crítica del periodismo no se vea distorsionada por la frivolidad y el hambre de diversión de la cultura que hoy impera. No dejéis al periodismo con mayúsculas relegado en un rincón. El periodismo del futuro es el que se explica, el que analiza los hechos y, por encima de todo, el que no deja de contar las cosas.

Os paso el testigo de la carrera de la vida. Ojalá que cuando lleguéis a vuestra meta sintáis lo mismo que ahora siento yo: el orgullo de ser periodista.

Hasta siempre, Enrique Meneses, Maestro en el arte de narrar. El periodismo, su oxígeno para vivir.