viernes, 19 de abril de 2013

EL MÓVIL DE LA VIDA





Por Juan José Lucena Herrera

Son muchos los que hablan del uso o abuso del teléfono móvil, de sus efectos dañinos o perjudiciales, desde el punto de vista médico, en un corto, medio y largo plazo, pero lo que sí resulta evidente, es que se ha convertido en compañero de nuestra actividad diaria, de tal forma que, sin un móvil en la mano, nos falta algo, y si por un casual, una mañana cometemos el imperdonable desliz de dejarlo olvidado en casa, nos deja una sensación de un profundo desasosiego durante toda la jornada, hasta que de nuevo, no sin una satisfacción desbordada, lo depositemos en los bolsillos de nuestros pantalones o chaquetas. Estar a la última en tecnología ya no es una opción. Aplicaciones que nos abren a las redes sociales forman parte de nosotros mismos, de nuestra vida de relación, una nueva forma de socialización. Eso es lo que la telefonía móvil ha conseguido, ser parte de nuestra existencia, nada más y nada menos.
Nuestro día a día no sólo se refiere al ocio o a la evasión. Resulta evidente su uso dentro del ámbito profesional. El móvil conecta, por ejemplo, al informador radiofónico con sus oyentes sin necesidad de la parafernalia de unidades móviles siempre costosas. La telefonía de bolsillo ha conseguido eso, reducción de costes, fomentando la instantaneidad y rapidez de la información. También en las ruedas de prensa, tanto para audios, videos y para el fotoperiodismo.
Estos efectos positivos de la telefonía móvil son evidentes. Como todo en la vida, es necesario su uso razonable y sensato. El uso de la tecnología afecta a nuestra vida cotidiana, pudiendo generar una adicción que requiera un tratamiento para la superación de la misma. Como en todos los órdenes, mesura. Con la telefonía móvil, también. Es mi recomendación.

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