sábado, 30 de abril de 2011

SAN CEMENTO Y EL PARO JUVENIL


Convivo con jóvenes. Circunstancias en mi vida han influido para que este encuentro se produzca. Aprendo de ellos, los observo en las aulas, sus espacios de formación, donde compartimos tiempo, ideas, discrepancias, risas y alguna que otra inquietud en tiempos de evaluaciones. Estoy sensibilizado por sus problemas y por su futuro. Conjugo mi experiencia y  madurez con los sueños e ilusiones que día a día me transmiten,  incluso haciéndome olvidar los años cumplidos y forjando nuevos proyectos que, por un momento, me desvían de la realidad: el escenario de un prejubilado.

Ayer se publicaron las cifras de la Encuesta de Población Activa del INE correspondientes al primer trimestre del año. De la vergonzante cifra publicada entresaco el dato que indica que algunas Comunidades Autónomas han superado la barrera del 50 por ciento de paro juvenil, siendo la media en el conjunto de España del 45,39 por ciento.

 Jóvenes criados bajo el paraguas de las nuevas tecnologías, la juventud de la web 2.0, la que más medios ha dispuesto y dedicado a su formación, la que más tiempo dispuso  para  viajar y conocer mundo, los que han potenciado el bilingüismo con estancias en países donde han desarrollado las habilidades innatas descritas por la escuela generativista de Chomsky; nuestros jóvenes Erasmus, en definitiva, no accederán en una proporción alarmante, al mercado laboral.

Podríamos poner cualquier calificativo al enfrentarnos a esta situación: indecencia, vergüenza… Pero no es la hora de los epítetos sino la de exigir a nuestros dirigentes, y esa reclamación no puede ser otra que la de indicarles que hasta aquí hemos llegado, que han dispuesto de opciones y de oportunidades para hacer su labor. Negaron la crisis en una primera instancia, posteriormente hemos conocido planes con un componente propagandístico y populista que han servido para remozar nuestros pueblos y ciudades pero que no han contribuido a la creación  empleo; nos han hablado de brotes verdes en tantas y tantas ocasiones que el verde se ha convertido en el más oscuro e impúdico de los colores. Una reforma laboral, panacea de nuestros males que ha durado dos telediarios, situando la tasa de temporalidad del empleo en el 24,77 por ciento; se han congelado salarios y pensiones que, junto a la prolongación de la edad de jubilación, han constituido el mayor de los recortes sociales al que hemos asistido en los últimos tiempos. Si al menos hubiera servido tanto esfuerzo y sacrificio para asistir a un panorama más alentador, lo daríamos todo por bien empleado, pero la realidad es otra, hemos alcanzado la cifra histórica de desempleados y el peor de los escenarios para nuestros jóvenes y las perspectivas, lamentablemente, no dibujan un camino esperanzador.

Recojan sus maletas señores del Gobierno, esos petates llenos de las ilusiones que en su día le depositaron los españoles y váyanse a sus cuarteles para ver si surgen en el calor de sus hogares nuevas ideas que ofrecer en posteriores consultas, y al mismo tiempo dar oportunidad ya a los que padecemos más la crisis la posibilidad de elección de nuevos gestores.

La crisis es mundial sin duda, pero otros han sido más capaces al aplicar medidas más acertadas para que las consecuencias de la misma no repercutieran con toda su dureza en la ciudadanía.

Un día antes de que los jóvenes conocieran las cifras del paro se desarrollaba una concentración en el campus universitario, los alumnos de Arquitectura honraban en un unión de compañeros de otros centros a “san cemento”. Ironías de la vida, la construcción y la dependencia de nuestra economía a ese sector han potenciado los efectos de la crisis en nuestra sociedad según rezan los políticos, mientras los jóvenes alzaban sus copas en honor  de tan “ruinoso patrón”. Esperemos que al menos por una horas el tributo a “san cemento” haya servido para hacer olvidar la realidad del futuro incierto que les espera.

Por los jóvenes siempre. Gracias por inculcarme nuevos proyectos que hacen que olvide el envejecimiento.   

domingo, 10 de abril de 2011

TODO VALE


Todo vale. No quiero estar amordazado por normas ni códigos. Quiero libertad para escribir, para pensar e informar. No me limites, no me impongas…Tengo la primicia, la oportunidad de ser alguien en este mundo de locos. ¿A quién le importa si molesto, invado intimidades, atento contra el honor?.  Me puedo escudar en lo que denominan el vértigo y la rapidez de la información, en el ritmo frenético de nuestras vidas, y diluyo en esos argumentos tan socorridos, conceptos básicos que recuerdo  vagamente y que atendían a la necesidad de contrastar las fuentes, en la solvencia de las mismas, en aplicar rigor informativo y precisión en los datos en mi función y labor periodística.

¿Lo recuerdas?. Cállate…..Estoy en antena. En prime time.

Pero no empecé así. Mis sueños de juventud se llenaban con la imagen de un profesional autónomo e independiente, un todo terreno que sirviera tanto “para un roto y un descosido”,  cubriendo todos los frentes y ámbitos de la información y, en el ejercicio de esa actividad, impregnarla con la dosis de responsabilidad y saber hacer que debe guiar la actividad periodística.

¿Qué me hizo cambiar y sobre todo, cuándo y por qué cambié?

Asistí a una revolución de la información y a los efectos colaterales de la guerra de audiencias, a la medición de las mismas periódicamente y a la repercusión que ese test representaba en los ingresos y facturación publicitaria del medio para el que trabajaba. Mis comportamientos se vieron alterados y  donde antes había limpieza y actitudes de respeto al competidor, con existencia de reglas claras y bien definidas, hoy la puerta de las actuaciones profesionales permanece siempre abierta y penetran a través de ella formas que, amparándose en la rapidez y la exclusividad, otra vez estos conceptos, utilizan atajos, artimañas y recovecos que motivan frecuentemente la aparición de errores y  la aplicación de un menor rigor a la hora de informar al ciudadano. Impregnamos la ética y la deontología con una pátina de superficialidad al relativizar las normas y códigos en nuestra actuación.

En un momento determinado, por ser el primero y el mejor, cambié. No importaba el contenido de la información, qué más daba, tenía que ser número uno….y lo fui.

Pero la vuelta a mi pasado me ha hecho reflexionar sobre a dónde y por dónde camino. Debo desempolvar los viejos y nobles hábitos periodísticos y poner en actualidad las normas y prácticas que me inculcaron mis formadores. Prometo hacerlo y censurarme en mi actividad si no lo consigo.

Empezaré mañana. Tal vez la próxima semana…..

Os dejo, volveré….¿Cuándo?..... Es mi hora, recordad que estaba en antena…

En prime time…..y con otra exclusiva!