martes, 9 de abril de 2013

LA DAMA DE HIERRO




Cuando una persona atiende a un determinado tipo de mensajes y esta atención da lugar a una pauta de conductas, decimos que esa persona tiene un determinado “estilo”. Los estilos cognitivos, siguiendo a Miller y Steinberg son los “modos característicos según los cuales un individuo estructura sus creencias y actitudes hacia el mundo, y modos de procesar y responder a la información que le llega”.

¿Cuál es el estilo cognitivo de Margaret Thatcher?

Sería tan fácil como injusto, por desacertado, caer en la tentación de definirla como una persona autoritaria; de hecho, el propio calificativo con el que ha pasado a la historia, “la dama de hierro”, nos permitiría profundizar y abundar en el error. Cuando una persona defiende sus creencias, ya sean naturales o adquiridas, y no se doblega con facilidad a otras perspectivas, a otras formas de ver o entender la vida social y política, corre el riesgo de ser tildada de intolerante, cuando sólo está expresando y defendiendo una manera de ser, un convencimiento de que sus ideas y la puesta en práctica de las mismas, son la mejor manera de gestionar los asuntos a los que dedica su vida privada y pública, rechazando los planteamientos que se oponen a sus creencias y principios.

>> “No te dejes llevar por la corriente […] sigue tu camino”.

Son palabras que en la película “La dama de hierro” pronunciaba su padre, un modesto tendero de ideología conservadora.

Margaret Thatcher  siempre manifestaba que “había sido equipada a una edad temprana con el enfoque mental y los instrumentos de análisis idóneos para reconstruir una economía devastada por el socialismo estatal”, y como consecuencia de la influencia que ejerció sobre ella la II Guerra Mundial, aseguraba que “la agresión debe ser siempre firmemente resistida […] las naciones deben cooperar en defensa de las normas internacionales acordadas si quieren resistir grandes males o conseguir grandes beneficios”.

Apelación a la firmeza, a la resistencia, a la defensa de las normas…En una mente “dogmática” se produce una dimensión del continuo creencia-no creencia, sus maneras son la mejor forma de gestionar los asuntos,   están muy pronunciadas las barreras, rechazan cualquier movimiento político, artístico, literario y cuantas tendencias o facciones contengan esos movimientos, si van en contra de sus propios pensamientos, ideas y actuaciones.

En un artículo que publica en el Daily Telegraph, anterior a su elección como líder de los tories, ya era por algunos calificada como “la pasionaria del privilegio” y manifestaba:

“Bien, si los valores de la clase media tienen que ver con el fomento de la variedad y de la elección individual, con proporcionar incentivos y premios justos a quienes muestran aptitud y trabajan duro, con el mantenimiento de barreras efectivas ante el poder excesivo del estado y con ser partidario de la extensión de la propiedad privada, entonces sí, tienen razón los que dice que defiendo a la clase media. Si un tory no cree que la propiedad privada es una de las principales defensas de la libertad individual, entonces más vale hacerse socialista”. 

En referencia al socialismo:

>>”Al final van a nacionalizar el maldito aire…”

En referencia a los atentados:

>>”No debemos claudicar con los terroristas…”

Frente a los sindicatos:

>>”No hay momentos para conciliaciones con los Sindicatos”.

Y el dogmático tiene que estar dando órdenes o consignas si quieren que cambien diferentes creencias:

>>Hay que alentar a la gente a valerse por sí mismos. Sí, debemos ayudar a la gente, pero aquellos que puedan tienen que obrar por sí mismos […] si las cosas van mal […] tienen que cambiar cosas”.

Cuando decide presentarse a líder del Partido Conservador:

>>”Alguien tiene que ponerse los pantalones, esos hombres no tienen agallas”

>>”El Primer Ministro es débil y ha debilitado al Partido. Hay que saber cuando decir adiós”

>>”Me voy a presentar para reivindicar los principios que el Partido Conservador debe defender”

>>”Me voy a presentar para darle un meneo al Partido”.

La forma de concebir a la autoridad y a las personas que están de acuerdo con ella tiene un carácter absoluto.

>> “Sé que puedo salvar este país y que nadie más puede” (CHATMAM).

Frase que Margaret Thatcher aplica para sí misma y para su acción de Gobierno .

Este trabajo se fundamenta y apoya en la película “La Dama de Hierro” y, en mayor medida, en la lectura de la autobiografía de Margaret Thatcher, Santillana Ediciones Generales, S.L., primera edición, Marzo 2012.

Destaco en un primer momento un fragmento extraído de la citada obra  que creo define la personalidad de la ex primera Ministra y cuál sería su método o estilo que inculcaría en su acción de gobierno. Fue en  la respuesta que Margaret Thatcher dio al discurso pronunciado por Ted Heath (líder conservador al que desbancó por dos votos como referente del Partido Conservador, pero que tiene como su principal logro la adhesión de Gran Bretaña a la Comunidad Económica Europea, a la que la futura Primera Ministra también se adhirió ) atacando su política. Heath se había convertido en abogado de la política del consenso. Thatcher cuestionaba este término y ese tipo de política.  Tomó la  definición de Forbes Burnham  (Guayana), en visita que realizó  a ese país, quien le participó a la futura Primera Ministra, que  el consenso: “es algo que se tiene si no se consigue alcanzar un acuerdo”.

Y que ella adoptó ese mensaje con el siguiente literal:

“ A mi modo de ver el consenso parece ser el proceso de abandono de toda creencia, principio, valor y política en busca de algo en lo que nadie cree, pero a lo que nadie pone objeciones; el proceso que evita las mismas cuestiones que han de resolverse, simplemente porque no se logra un acuerdo en el camino. ¿Qué gran causa hubiera triunfado bajo la banda del consenso?

El editorial del Daily Telegraph una vez elegida líder conservadora indicaba:

“La señora Thatcher  debe ser capaz de aportar la dimensión moral que ha brillado por su ausencia en la crítica tory al socialismo. Si lo consigue, su ascenso al liderazgo del Partido podría suponer un cambio fundamental en el debate poltica hasta decir basta: la verdad y la justicia son sus valores fundamentaleso del bien y del mal, con valores morales muy s de ítico de este país". 

Vemos a Margaret Thatcher como una persona racional, idealista, con sólidos principios, determinada y perfeccionista. Destacamos un profundo sentido del bien y del mal, con valores morales muy sólidos. Es ética hasta decir basta: la verdad, la libertad y la justicia son sus valores fundamentales. Íntegra y recta. Thatcher sabe qué hacer en cada situación.

Otras características que hemos observado de su personalidad son: defensiva, mística e idealista. Thatcher buscó razones para todo. Tal vez por el miedo a errar, explicó a los demás cómo debían hacerse las cosas y por eso también destaca por su lógica, su pulcritud, orden y método, pero también por detallista. Trabajadora compulsiva, crítica consigo misma y con los demás: los corrige para que hagan lo que ella quiere que se haga porque estima es lo correcto.

Es “capaz” de dejar a su familia en un segundo plano. Su color favorito, el azul. Sobria y elegante en el vestir.

Margaret Thatcher tiene la verdad, los demás están equivocados.

“Alguien tiene que decir, lo que hay que decir”. (Thatcher)

El presente trabajo se va a regir por los parámetros hasta ahora indicados de la personalidad o estilo de Margaret Thatcher. Para un mayor comprensión y a efectos de establecer un orden, siempre haremos referencia a Margaret Thatcher en relación a un tema o cuestión determinada. En cada uno de los puntos que hemos propuesto, en los años que residió en Downing Street, dejó la impronta de su estilo. 

Hay quien opina que la ideología de Margaret Thatcher es el Thatcherismo, donde prevalece una política de fuertes convicciones que se basó en componentes económicos, en combatir la inflación, el libre mercado, la iniciativa individual y empresarial, control de la oferta monetaria,  privatizaciones, reducción del gasto público y en la reforma de los Sindicatos. Se trata de un liberalismo sobredimensionado, defensa a ultranza del individuo y de sus capacidades en la que el Estado goza de un papel limitado.

Los Gobiernos que, en el transcurso de los tres mandatos formó la Primera Ministra, siempre fueron objeto por parte de la oposición, sindicatos, países no aliados, terrorismo del IRA, etc. de continuos ataques al objeto de crear una falta de orden y equilibrio en la sociedad británica (distaxia).

Frente a ello, su actuación por el mantenimiento del orden y mantenimiento de sus convicciones en la ejecución de sus planes y programas de Gobierno,  tanto a nivel de su política interior como en la exterior.

Comenzamos…


1.  Margaret Thatcher accede a DOWNING STREET


Por un solo voto (311-310) Jim Callaghan (Partido Laborista)  perdió la moción de confianza. Decidió la abstención de Frank Maguire.

Puso la campaña electoral en manos de la Agencia de publicidad Saatchi&Saatchi que reforzaron su idea de liderazgo. Esta agencia introdujo un tipo de publicidad, en el desarrollo de la campaña electoral, típica, hasta ese momento, de las campañas en los EE.UU., como es la publicidad negativa o de contraste. Este tipo de publicidad es diferente a la de tipo comercial, por cuanto se produce un ataque al candidato contrario, en este caso al del Partido Laborista, mientras que en la comercial no es frecuente hablar de otros productos o marcas en relación con tu propio servicio, bien, valor, mercancía, etc.

Se trataba de una agencia joven, nacida en 1978, que pronto haría historia con un cartel político (publicidad estática) que, para muchos, tal vez sea el más efectivo jamás realizado. Se mostraba una cola del paro que serpenteaba hacia fuera desde una oficina de empleo, y que desaparecía en la distancia. El título decía: “El trabajo no está funcionando”, y debajo, en letras más pequeñas: “Gran Bretaña está mejor con los conservadores”, “el laborismo no está funcionando”.

Thatcher nunca fue fácil de presentar al electorado. Cuando se le mostró “el trabajo no está funcionando” exclamó: “maravilloso”.

Antes de la campaña de 1979 no existía tradición de los partidos políticos británicos en la contratación de agencias de publicidad para campañas electorales, tampoco era práctica en Europa.

Gran Bretaña, en palabras de Margaret Thatcher, era “una nación que había sufrido una buena paliza”, con derrotas cada vez más severas a lo largo de los cien años anteriores:

-       Gran Bretaña era conocida como “el enfermo de Europa”.

-       Las ayudas sociales, distribuidas con poca o ninguna consideración de sus consecuencias, fomentaron la ilegalidad, facilitaron el desmoronamiento de las familias y reemplazaron los incentivos para el trabajo y la autosuficiencia por una perversa incitación a la holgazanería y la estafa.

-       Con una débil posición internacional:

o   Fracaso de la expedición de Suez (1956)
o   Retirada del Golfo en 1970
o   Crisis moral de los EE.UU. a raíz de la guerra de Vietnan.
o   La URSS y sus sicarios ampliaban su poder e influencia. Invasión de Afganistán, sur de África y América Central, por medio de la subversión y la invasión militar.

Con esta visión no es de extrañar que las primeras palabras de la nueva Primera Ministra hicieran referencia a San Francisco de Asís:

“ Allí donde haya discordia, llevemos armonía.
Donde haya error, llevaremos la verdad.
Donde haya dudas, llevaremos la fe.
Y donde haya desesperación, llevemos la esperanza.”

¿Cuáles serían las bases de su política?

En temas internos se fundamenta en un profundo escepticismo sobre la capacidad de los políticos para cambiar las bases de la economía o la sociedad:

“lo mejor que podemos hacer es crear un contexto en el que el talento y las virtudes de la gente se movilicen, no se destruyan”.

En temas externos, una política hábilmente dirigida y basada en la firmeza, para aumentar la influencia del país y permitir que se hagan progresos al negociar problemas difíciles en todo el mundo. Lucha contra el comunismo.

Por eso le pide al Partido Conservador que tuviera fe en la libertad y en los mercados libres, en un gobierno limitado y en una fuerte defensa nacional:

“Yo siempre he sido conservadora por instinto, optimista a largo plazo a favor de la libre empresa y la libertad, ayúdenme a soportar los desoladores años de supremacía socialista de los años sesenta y setenta”.

Y es que el socialismo es uno de los principales caballos de batalla:

“…visto desde lejos, el socialismo posee una cierta nobleza, sacrificio igual, reparto justo, todos esforzándose juntos. Visto desde abajo, se veía muy diferente. En un reparto justo las partes siempre acaban siendo pequeñas. Después, alguien siempre tiene que velar por la igualdad; otro tiene que controlar que esta igualdad no dé como resultado mercados negros o favoritismos ocultos; y un tercero tiene que vigilar a los dos primeros para asegurarse de que los administradores de la igualdad no se lleven más de la parte que les corresponda”.

Margaret Thatcher constituyó junto con Keith Joseph el Centro de Estudios Políticos.

De ese Centro de Estudios Políticos se inspira Aznar para el nacimiento de FAES. En el Capítulo 3. José María Aznar. Memorias I. Página 119. Editorial Planeta. 2ª edición se menciona al CPS :

“…De aquel sustrato liberal surgió la idea de crear una fundación para la promoción y difusión de ideas y programas liberales. Me lo propuso Miguel Ángel Cortés cuando ya estábamos en la Junta (Castilla y León), y la acepté de inmediato. Así se creó, en 1989, la Fundación FAES. Tomamos como modelos dos relevantes think tanks: el británico Center for Polity Studies (CPS), que había servido de apoyo a la política de Margaret Thatcher, y la estadounidense Heritage Fonndation, que hizo lo mismo para Ronald Reagan”. 

Sus primeras decisiones:

-       Reducción del sector público.

-       Congelación de la plantilla de la administración pública

-       Política sobre los Salarios y precios, control de la inflación.

-       Ser muy selectiva a la hora de determinar cuáles son los intereses británicos, que pensaba defenderlos con toda resolución.

Sobre la base de que:

“Nada es más importante para el éxito de un gobierno democrático que la disposición a discutir con franqueza y energía, excepto, tal vez, la disposición a asumir colectivamente la responsabilidad una vez tomada una decisión”.

Pronto surgirían las primeras dificultades…


2. Margaret Thatcher y los Sindicatos


Un sindicato es un grupo de presión y de interés concreto que desarrolla estrategias eminentemente reactivas, combaten las legislaciones que les perjudican, y promueven procesos orientados a influir en las decisiones que regulen determinadas actividades. Un sindicato es un lobby.

Ya en la campaña electoral de 1979 sostuvo que “el sindicalismo fue fundado para defender a la clase trabajadora, no para perseguir e impedir que los obreros vayan a trabajar…eso es destruir empleos y hacer que este país se arrodille ante ellos…y ya basta, es el momento de levantarse, es el momento de devolverle su grandeza a Gran Bretaña”.

El sindicalismo británico gozó de enormes prerrogativas en los años del Partido Laborista en el poder.

Los primeros discursos de Margaret Thatcher como Primera Ministra imprimieron un tono autoritario a las reformas de la ley de Sindicatos. Estas reformas iban orientadas en tres sentidos:

-       El derecho a formar piquetes quedaría exclusivamente limitado al lugar mismo de trabajo de quienes tenían conflictos con sus empleadores.

-       Cambiar la ley de establecimientos, según la cual los empleados estaban obligados a pertenecer a un Sindicato si querían conseguir o mantener un trabajo, y que afectaba unos cinco millones de trabajadores.

-       Desalentar el voto a mano alzada. Destinar fondos públicos para financiar el voto por correo de las elecciones sindicales.

Promueve la Ley de Empleo de 1980.

Los efectos económicos del poder sindical eran evidentes. Al estallar un conflicto, el Sindicato podía ejercer todo tipo de presiones sobre sus miembros, una “intimidación legal”, que le facultaba a amenazar con la expulsión y, por ende, al ser obligatoria la afiliación, la consiguiente pérdida de empleo a aquellos que quisieran seguir trabajando. Estas inmunidades tenían su origen en una ley de conflictos laborales de principios del siglo XX, en concreto, de 1906.

La ley de empleo de 1980 estaba destinada a limitar la inmunidad de las acciones de apoyo que rompieran o interfirieran en los contratos comerciales. La inmunidad sólo subsistiría cuando la acción fuera tomada por empleados de los proveedores o clientes del empleador en el conflicto, con el “único o principal objetivo” de apoyar el conflicto principal y cuando la acción tuviera una razonable perspectiva de prosperar. Las inmunidades sindicales se combinaban con los monopolios nacionalizados (siderurgia, minería) para aumentar el poder de los sindicatos en esas industrias. Margaret Thatcher se propuso restringir las inmunidades y terminar con los monopolios por medio de la competitividad.

Contaba además con apoyo popular. The Times del 21.06.1980 publicó una encuesta de opinión que respondía a la siguiente pregunta: ¿Cree que las huelgas por solidaridad y los boicots son armas legítimas en un conflicto industrial o cree que la nueva ley debería, sin lugar a duda, restringir su uso? Un 71 por ciento de las respuestas respondieron a favor de la restricción de su uso.

Entre 1979 (año de acceso al poder) y 1980 el gobierno de Margaret Thatcher sufrió la huelga de la siderurgia y la de British Leyland (automoción).

A Margaret Thatcher nunca le tembló el pulso en estos ni en otros conflictos, consideraba que los sindicatos “…en su interior están llenos de cálculos políticos y consideran –los Sindicatos- que la tarea de los conservadores es la de una elegante retirada ante el inevitable avance de la izquierda. La retirada como táctica es a veces necesaria; pero la retirada como política estable mina el alma”.

Margaret Thatcher siempre consideró que en igualdad de condiciones, el nivel de desempleo está relacionado con el alcance del poder sindical. Los sindicatos habían dejado a muchos de sus afiliados sin trabajo al exigir unos sueldos excesivos para una producción insuficiente, provocando que la producción británica no resultara competitiva.

Recordemos que en la década de los setenta se produjo la crisis económica mundial del petróleo que afectó a todos los niveles de la economía.

En 1982 promueve una nueva Ley de Empleo. Su ministro de trabajo era Norman Tebbit. La nueva ley pretendía:

-       Elevar los niveles de compensación para los despidos injustos en aquellos lugares de trabajo con afiliación sindical obligatoria.

-       En los lugares de trabajo en los que rigiera la afiliación sindical obligatoria se celebrarían votaciones periódicas para comprobar si dicho sistema seguía contando con el apoyo de los empleados.

-       Declarar ilegal el requisito de pertenecer a un sindicato determinado para obtener un contrato laboral.

-       Los empresarios podrían despedir a aquellos que tomaran parte de una huelga u otro tipo de acción laboral sin verse expuestos a demandas por despido injustificado, siempre que se despidiera a todos los participantes en la huelga.

-       Nueva definición de conflicto laboral que sería más estricta y limitaría la inmunidad en el caso de las medidas de apoyo.

En la ley laborista de Sindicatos y Relaciones Laborales de 1974, los sindicatos gozaban, además, de una inmunidad prácticamente ilimitada frente a demandas por daños y perjuicios. Tampoco podían ser demandados por las acciones ilegales de los sindicatos ni por las realizadas en su nombre por sus representantes.

Estaba claro que los Sindicatos iban a oponer una fuerte resistencia por la pérdida de estas prerrogativas, se abría la puerta de la estrategia reactiva.

Este tipo de estrategia se vería además acentuada como consecuencia de las elecciones de 1983 que constituyeron la derrota más devastadora jamás infligida al socialismo democrático en Gran Bretaña.

El poder del ala dura de la izquierda estaba atrincherado en tres reductos: el Partido Laborista, los gobiernos locales y los Sindicatos. Fue desde estas posiciones donde lanzaron su ataque contra el nuevo mandato. Las fuerzas de choque fueron aportadas por la NUM, el Sindicato minero encabezado por Arthur Scargill.

En palabras del dirigente sindical: “no estoy dispuesto a aceptar que tengamos que cargar otros cuatro años con este Gobierno”. En palabras de Margaret Thatcher estos ataques “no habían de dirigirse solamente contra el Gobierno, sino contra todo aquello que pudiera interponerse en el camino de la izquierda, incluyendo sus compañeros mineros y sus familias, la policía, los tribunales, la ley y el propio Parlamento.”

En vísperas de la I Guerra Mundial la minería del carbón empleaba a más de un millón de obreros, la producción alcanzaba los 292 millones de toneladas. En 1946 de produce la nacionalización del sector, los empleos disminuyen a setecientos mil y la producción desciende a los 187 millones de toneladas. En 1983-1984 el número de trabajadores es de doscientos mil.

Los planes de Jan Macgregor, presidente de la NCB (Junta Nacional del Carbón) son que para 1988 la producción sea de 25 millones de toneladas y el número de trabajadores sea de cuarenta mil.

El programa de regulación de empleo del sector en 1984 contemplaba una indemnización de mil libras por año trabajado. La minería del carbón recibía vía subvenciones mil trescientos millones de libras esterlinas anuales.

Los líderes de la NUM no van a admitir bajo ningún concepto contemplar el cierre de cualquier mina por motivos económicos, sólo hasta que se sacara el último “terrón” de carbón.

La HUELGA estaba cantada, era cuestión de horas. Durará un año.

Este conflicto afectó a varios poderes: poder ejecutivo, poder gestor, poder judicial, poder redistribuidor, al comercio internacional, poder legislativo y poder diplomático.

También a las distintas capas del cuerpo de la sociedad política, a la capa conjuntiva, la que contempla las relaciones con las personas,  al conjunto de individuos que detentan el poder ejecutivo y legislativo, a los dirigentes de la oposición que, claramente se posicionaron a favor de los Sindicatos, a la sociedad civil y al orden auxiliar. A la capa basal que es en sí económica (programa de regulación de empleo y programas de cierre de minas deficitarias), y a la capa cortical, en el sentido de la relación del conflicto con sociedades extrañas: asociaciones que agrupaban a otro tipo de colectivos que van a ejercer influencia en el conflicto (estibadores portuarios).

El Gobierno de Margaret Thatcher va a transmitir un mensaje claro e inequívoco: no dará su brazo a torcer ante la huelga y defenderá hasta sus últimas consecuencias el derecho al trabajo.

En consultas que se realizaron durante el conflicto de los setenta mil mineros que votaron, cincuenta mil lo hicieron a favor de seguir trabajando.

La oposición presenta en Julio de 1984 una moción de censura. Margaret Thatcher manifiesta que: “el Partido Laborista es un partido que apoya todas las huelgas sea cual sea el pretexto y por dañina que resulte. Pero, por encima de todo, es el apoyo del Partido Laborista a los mineros en huelga, frente a los mineros que desean seguir trabajando, lo que priva definitivamente de toda credibilidad a su afirmación de que representa los verdaderos intereses de la población trabajadora en este país.”

El poder judicial estará implicado por cuanto el tribunal Supremo fallará a favor de dos mineros de Yorkshire contra la NUM. La huelga de esta población no podría en consecuencia considerarse oficial. NUM y Scargill son culpables de desacato y  condenados a multas millonarias.

Se postulan ante el conflicto sociedades o asociaciones como las integrantes de “Vuelta al Trabajo” que agrupa a esposas de los mineros. También la Asociación Nacional de Capataces, Delegados y Dinamiteros, que se unió a la huelga (NACODS). Se implicó la Unión de Trabajadores del Transporte por una supuesta violación del Plan Nacional de los Trabajadores Portuarios.

Y en cuanto al poder diplomático, el Sunday Times reveló que un miembro de la NUM había visitado Libia y había apelado al coronel Gadafi solicitándole fondos. Posteriormente una reunión de Scargill en París con el sindicato comunista y un miembro libio, supuso una donación de ciento cincuenta mil libras. También colaboraron a la NUM mineros afganos y soviéticos.

Como hemos indicado anteriormente el conflicto duró un año. El pulso lo ganó la Primera Ministra. Se mantuvo firme en sus posiciones: “Algunos hombres –indicaba Margaret Thatcher- con los que tuve que tratar en el curso del quehacer político, evidencian precisamente esas características que atribuyen a las mujeres: vanidad y torpeza para tomar decisiones arduas. Hay otros que sencillamente no soportan trabajar con mujeres […] yo no sólo era una mujer, sino “esa mujer”, una persona inquietante, convencida de que los valores y virtudes comunes del país no tenían más remedio que ponerse en marcha para resolver los problemas…”


3.Margaret Thatcher y el terrorismo


En 1984 se celebraba el Congreso del Partido Conservador en Brighton. La sede, el Gran Hotel. Una serie de bombas intentaron quebrar no sólo la estructura del edificio, querían romper la firmeza de la Primera Ministra.

“el atentado […] no fue sólo un intento de interrumpir y poner fin a nuestro Congreso. Ha sido el intento de cercenar al Gobierno de Su Majestad elegido democráticamente…”

Margaret Thatcher tenía muy claro su planteamiento frente al problema terrorista:

-       No hay excusas para el reinado del terror del IRA.

-       El terrorismo es el empleo calculado de la violencia y de su amenaza para lograr fines políticos.

-       El terrorismo es la coacción a la mayoría del pueblo de Irlanda del Norte, que ya ha manifestado su voluntad de mantenerse dentro del Reino Unido.

-       Su política siempre se basó en el respeto de la democracia y la ley.


Margaret Thatcher tuvo que asistir a demasiados funerales de víctimas del IRA.

Margaret Thatcher no cedió ante planteamientos procedentes del Vaticano con motivo de la huelga de hambre de miembros del IRA.

Esta fortaleza en sus planteamientos sobre el problema terrorista también se mostraron en su posicionamiento frente al  terrorismo internacional, y que además  dejaron ver el grado de amistad, colaboración, compromiso y correspondencia con sus aliados y amigos.

El 27.12.1985 se produjeron disparos contra pasajeros que esperaban en los vestíbulos de los aeropuertos de Roma Y Viena. Los pistoleros, terroristas palestinos del grupo Abu Nidal, con conexión en Libia.

EE.UU. pide a la comunidad internacional sanciones para Libia. Europa, como siempre, se muestra reticente a dichas sanciones, los intereses económicos –léase petróleo- están en juego.

El 5.04.1986, en Berlín, se produce un atentado terrorista que ocasiona dos muertos (un soldado norteamericano) y doscientos heridos (sesenta de ellos norteamericanos). Ronald Reagan pide al mundo colaboración. Solicita apoyo de bases logísticas para sus aviones. Se dirige a Margaret Thatcher en estos términos:

“No me hago ilusiones de que estas acciones eliminen totalmente la amenaza terrorista, pero demostrarán que los actos terroristas fomentados oficialmente por un Gobierno –como Libia ha hecho repetidamente- no quedarán sin castigo. La pérdida de semejante patrocinio debilitará, inevitablemente, la capacidad de las organizaciones terroristas para perpetrar ataques criminales, mientras seguimos trabajando por vía económica, política y diplomática para mitigar las causas fundamentales de ese terrorismo”.

La respuesta de la Primera Ministra no ofreció lugar a dudas:

“Nuestro apoyo incondicional para llevar a cabo las acciones dirigidas contra objetivos libios específicos, involucrados de forma clara en la realización y apoyo de actividades terroristas.”

Margaret Thatcher tenía que apoyar a quien le apoyó sin fisuras en la guerra de Las Malvinas.

Y nuevamente un ejemplo más de su carácter y personalidad, ya que a pesar de la impopularidad de estos apoyos “nadie podría dudar que nuestra acción había sido enérgica y decisiva. Los ministros y diputados disidentes podrían murmurar; pero ahora murmuraban sobre un liderazgo que no les gustaba, y no por el fracaso del liderazgo.”

Margaret Thatcher resurgió con mayor autoridad e influencia en la escena mundial.


4.Margaret Thatcher y los EE.UU.

Margaret Thatcher conoció a tres Presidentes norteamericanos.

“Era imposible no sentir simpatía por James Carter. Era un hombre que no dominaba la economía y, en asuntos sociales, estaba bastante influido por una doctrina que por aquel entonces iba ganando adeptos en el Partido Demócrata: la que sostenía que se había exagerado la amenaza del comunismo y que la intervención estadounidense en apoyo a dictadores de derechas, era casi igual de culpable.”

“La personalidad de Carter tampoco era apta para la presidencia; se angustiaba ante las grandes decisiones y le preocupaban demasiado los detalles. Para dirigir una gran nación no basta con ser persona decente y practicar la perseverancia”.

Obviamente, a pesar de sus simpatías, Carter no era hombre en el que la Primera Ministra pudiera confiar de cara a abordar uno de los principales ejes de su pensamiento político. Margaret Thatcher siempre consideró que la amenaza planteada por la URSS era más militar que ideológica. Esa amenaza no era sólo de nuestra seguridad en Europa y América del Norte, sino también, directa e indirectamente, al Tercer Mundo:

“Podemos discutir cuál es la motivación de los soviéticos, pero el hecho es que los rusos tienen las armas y se están procurando más. Es una cuestión de simple prudencia que Occidente responda”.

No cabe duda de que la invasión soviética de Afganistán en 1979 abundaba en estos planteamientos. Las posiciones eclécticas de Occidente provocaban un abuso despiadado de la distensión, para sacar provecho de la debilidad y el desorden.

Con la invasión de Afganistán muchos analistas consideran que la URSS cometió un error de bulto: habían preparado el camino para el renacimiento de Norteamérica bajo el mandato de Ronald Reagan.

En 1979 se produjo el secuestro de 49 diplomáticos estadounidenses en Irán. Reagan tenía el camino despejado hacia la Casa Blanca. El destino iba uniendo las piezas que determinarían la caída del comunismo.

Margaret Thatcher y Ronald Reagan formaron un tándem perfecto en la lucha contra el comunismo.

La elección de Reagan en Noviembre de 1980 tuvo una importancia inmediata y fundamental, ya que demostraba que EE.UU., la mayor potencia a favor de la libertad jamás conocida en el mundo, estaba a punto de reafirmar un liderazgo seguro de sí mismo en los asuntos mundiales: “era mi deber hacer todo lo que estuviera de mi mano para reforzar y promocionar la audaz estrategia del Presidente Reagan para ganar la guerra fría que Occidente había estado perdiendo tan lenta como seguramente…”

Es célebre el mensaje de Ronald Reagan que, por escueto, no desmerece en absoluto la profundidad del mensaje: “Nosotros ganaremos y ellos perderán”.

A diferencia de los EE.UU. , Gran Bretaña en 1979 tenía que vérselas con “el venenoso legado” del socialismo:

-       Nacionalización

-       Poder de los sindicatos

-       Una cultura anti empresarial profundamente arraigada

-       La política de precios y salarios de los laboristas (incrementos del 35% en los sueldos. Inflación desbocada)

-       Políticas monetarias cuando menos negligentes

Que habían dificultado la transición, a la vez que la explosión salarial del sector público, obligaba a un aumento del gasto y a soportar déficits de las cuentas públicas que obligaban a financiarse a tipos elevados.

Con la presidencia de Reagan el mundo empieza a reconocer la realidad de las ambiciones y del estilo de vida soviético. En la alianza occidental existe una nueva determinación, un nuevo liderazgo en Norteamérica que despierta confianza y esperanza en el mundo libre.

En 1982 Ronald Reagan pronunció un discurso ante las dos Cámaras (Representantes y Senado) que muchos analistas lo definieron como el manifiesto de la doctrina Reagan.  Constituía un hito decisivo el papel de la batalla de las ideas que ambos líderes deseaban librar contra el socialismo en general y el de la URSS en particular. Una fuerte capacidad defensiva era un medio necesario pero no suficiente para superar la amenaza comunista. En lugar de limitarnos a intentar contener el comunismo, tenían ambos mandatarios la intención de desatar una ofensiva por la libertad. En ese discurso Reagan propuso una campaña mundial a favor de la democracia para “favorecer la revolución democrática que estaba cobrando nuevas fuerzas”.

Ese mismo año se produce el primer contacto entre R. Reagan y Juan Pablo II. No podemos hablar, a mi entender, de identificación entre la Santa Sede y los EE.UU., sino de una profunda colaboración sobre objetivos como la defensa de la libertad, los derechos humanos y la situación de la URSS.

Este discurso marcó un camino a seguir en la batalla de Occidente contra el comunismo. Era la contrapartida de la doctrina Brezhnev, con arreglo al cual Occidente no podía abandonar a aquellos países en los que había sido impuesto el comunismo.

Reagan apoyo abiertamente a Thatcher en las elecciones de 1983: “ te deseo el mayor éxito en las elecciones, y que consigas otro mandato en que seguir adelante con la política valiente y de principios que has emprendido”.

Ese tándem Reagan-Thatcher estaba perfectamente sincronizado, dispuesto a abordar los complejos problemas internos y externos. Es como si ambos se hubieran desprendido de una capa de complejos y estuvieran dispuestos, con la fuerza que les daba que sus recetas eran las adecuadas, a abordar cualquier cuestión, por grave que fuera, en defensa de su modelo y visión del mundo. Y hablando de recetas:

“Pude asegurarle a Reagan que siempre se daba un periodo en el curso de un enfermedad en el que la medicina resultaba más desagradable que la propia enfermedad, pero no por ello convenía dejar de tomar la medicina”.

En este mismo año de 1983 Thatcher mantiene una reunión con Reagan donde perfilan estrategias frente a la URSS. Los soviéticos estaban ya claramente a la defensiva en el campo de las relaciones internacionales. Era la URSS quien debía decidir cómo reaccionar ante el inminente despliegue de armas nucleares de alcance medio por parte de la OTAN. En este campo del armamento nuclear era donde Occidente podía reaccionar frente a la superioridad del Pacto de Varsovia. Los gastos militares del Pacto representaban el catorce por ciento del producto nacional bruto de la URSS. La superioridad del Pacto sobre la OTAN en carros de combate era de tres a uno y más de dos a uno en aviones tácticos de combate.

En esa misma reunión Thatcher respalda a EE.UU. en su política en El Salvador.  Acuerdan una estrategia general respecto a la URSS en los años venideros, siendo conscientes que, debido a las dificultades económica de la URSS, los gastos de defensa no tenían más remedio que limitarse. Eran ya de tal magnitud que no podían incrementar los recursos asignados a esa partida, la situación de su economía, con un reflejo muy importante en la sociedad, no podía permitirlo.

En un discurso de Margaret Thatcher en la Fundación Winston Churchill de los EE.UU: manifestó:

“ Tenemos que negociar con la URSS tal y como es, no como nos gustaría que fuera. Vivimos en el mismo planeta y tendremos que seguir compartiéndolo. Estamos por consiguiente dispuestos, si las circunstancias lo permiten y cuando lo permitan, a hablar con los líderes soviéticos. Pero no debemos caer en la trampa de atribuirles nuestra propia moralidad. Ellos no comparten nuestras aspiraciones; no están constreñidos por nuestra ética; siempre se han considerado exentos de las normas que son vinculantes para otros Estados”.

Este binomio Reagan-Thatcher se mantuvo hasta la permanencia de ambos en el poder. Con Bush en la Presidencia, EE.UU. se inclinó en un primer momento por Alemania como principal aliado de su política, tal vez para no mostrar una continuidad en la política exterior de Reagan. Bush cambió pronto de actitud con la crisis del Golfo.

No hay la menor duda que esta política contribuyó, junto con la propia actitud de Gorbachov, a que el muro del comunismo se desmoronase.

El 29 de Octubre de 1983 Margaret Thatcher en una visita a Berlín junto con el canciller Kohl manifestó:

“Hay fuerzas más poderosas e insidiosas que el aparato de la guerra. Se puede encadenar al hombre, pero es imposible encadenar su mente. Es posible esclavizarle, pero no conquistar su espíritu. Tras el final de la guerra, a los líderes soviéticos se les ha recordado década tras década que su ideología inmisericorde sobrevive tan sólo por la fuerza. Pero se acerca el día en que la ira y la frustración del pueblo serán tan grandes que la fuerza no podrá contenerlas. Entonces el edificio de vendrá abajo: el cemento se desmorona…algún día la libertad amanecerá al otro lado del muro.”

Claro ejemplo de esa batalla por las ideas, por una filosofía y concepción de vida y, sin duda alguna, premonitorio de lo que iba a suceder en 1989.



5.Margaret Thatcher y Las Malvinas


No me voy a extender en este punto. Es uno de los aspectos más desarrollados en la película “La dama de hierro”. En Las Malvinas Thatcher defendió el honor de la Nación y, como no podía ser de otra forma, principios, siempre los principios, que son de importancia fundamental y que deben regular las relaciones internacionales: por encima de todos ellos, el principio de que los agresores jamás deberían salirse con la suya, y de que el derecho internacional ha de prevalecer sobre el empleo de la fuerza.

Thatcher consideraba que desde 1956, año del fiasco de Suez, la política exterior británica no había sido sino una larga retirada. Los aliados y los enemigos veían a Gran Bretaña como una nación desprovista de voluntad y capacidad a la hora de defender sus intereses en tiempos de paz, por no hablar de los momentos de guerra. La victoria en Las Malvinas cambió este concepto.

Otra vez su alianza con Reagan fue fundamental en este conflicto.

Con Las Malvinas de nuevo afloraron los valores y creencias:

“La paz no basta si no existen la libertad y la justicia”.

Thatcher hizo suya la idea de Roosevelt: “Nosotros, que hemos nacido libres y creemos en la libertad, preferimos morir de pie antes que vivir de rodillas”.



6.Margaret Thatcher y la URSS


Como hemos indicado con anterioridad, en 1983 los soviéticos comienzan a darse cuenta de que el juego de la manipulación e intimidación se superaría pronto.

La URSS mantenía una estrategia que consistía en la creación de una zona desnuclearizada en Europa. Los gobiernos europeos no estaban dispuestos a caer en la trampa y se sigue adelante con el despliegue de misiles Cruise y Pershing junto con el anuncio de Reagan de sus planes para una iniciativa de defensa estratégica (SDI). Esta iniciativa, sobre la que los soviéticos y Gorbachov estaban tan alarmados, era la que iba a demostrar ser de vital importancia en la victoria de Occidente en la guerra fría.

Hasta ese triunfo hubo incidentes que provocaron enfriamiento y distanciamiento entre ambos mundos. En Septiembre de 1983, los soviéticos derriban un avión de las líneas aéreas civiles surcoreanas, ocasionando 269 muertos. Y es que la guerra fría nunca había terminado, era un conflicto entre un sistema y otro.

Thatcher siempre creyó triunfaría el sistema occidental si no se renunciaba a las ventajas de ese sistema. El mundo libre descansa en la creatividad y vitalidad de los individuos.

Sentada las bases doctrinales (ver Margaret Thatcher y los EE.UU.) sólo faltaba encontrar el interlocutor adecuado entre la nueva generación de dirigentes soviéticos: Gorbachov.

Andropov, aunque no era un liberal, siempre quiso revitalizar la economía soviética, que estaba en peor estado del que cualquiera pudiera sospechar. A Andropov lo sustituye Chernenko.

Tras Chernenko, Mijail Gorbachov, es decir, un nuevo estilo en el gobierno soviético que habla abiertamente del terrible estado de la economía.

En noviembre de 1985, se produce la primera reunión Reagan-Gorbachov. Siempre la URSS insiste que, para la existencia de acuerdos, la iniciativa estratégica SDI debía dormir en los laboratorios, en el sueño de los justos. Reagan no cedió a este planteamiento.

Los aires de la perestroika (reestructuración) llevaron a Thatcher de visita a la URSS en 1987. En esta visita Gorbachov culpa a Thatcher de frustrar los intentos encaminados a conseguir eliminar las armas nucleares.

Gorbachov siempre fue el hombre que Thatcher consideró idóneo, como interlocutor, en la estrategia que diseñó con Reagan. En los momentos en que Gorbachov pasaba mayores dificultades (1989-1990), Margaret Thatcher mantuvo su apoyo al líder soviético:

“No soy por naturaleza de la clase de personas que abandona a quienes le gustan y le han dado muestras de amistad, solamente porque cambia su fortuna. Esta lealtad puede tener sus desventajas, pero contribuye a que nos granjeamos el respeto de las demás personas con que nos relacionamos. El respeto es un verdadero tesoro.”


7. Margaret Thatcher y los países del este


Hasta ahora hemos hecho referencia a un trío de líderes políticos: Thatcher, Reagan, Gorbachov. Para el repóquer tenemos que hablar necesariamente de Juan Pablo II y del líder de solidaridad Walesa.

Juan Pablo II siempre tuvo como objetivo debilitar el comunismo. Tal vez era el que, por su origen, mejor conocía sus carencias y como era combatido por la fuerza moral de una nación (Polonia). Esto, junto con la tenacidad de ese pueblo, fueron el complemento ideal de la firmeza política de los EE.UU. de Reagan. La revista Time tildó al binomio como “la Santa Alianza”.

Y es que para Juan Pablo II: “el comunismo te robaba el alma”.

Del primer viaje de Juan Pablo II a Polonia, en 1979, surge el Sindicato Solidaridad.

Thatcher visitó en dos ocasiones Polonia. Por su mayor trascendencia haremos referencia a la que realizó en 1988.

Con sus viajes a los países del este (ya visitó con anterioridad también Hungría), siempre pretendió seguir adelante con esa estrategia dirigida a los países del bloque oriental: ser el símbolo, el icono del mundo libre.

En una Polonia en bancarrota política y económicamente se produce un resurgimiento del sindicato Solidaridad, tras la ley marcial que se impuso en 1981, y que prácticamente le llevó a su desarticulación.

Jaruzelski quiso dar a Thatcher jarabe de su propia medicina. Si ella en Gran Bretaña defendió el cierre de empresas no viables, anuncia en las vísperas de la visita la intención de cerrar los astilleros Lenin de Gdansk, a la sazón reducto de Solidaridad, argumentando sus cuentas deficitarias (recordemos que Thatcher siempre defendió el cierre de las minas no rentables). Pero no se trataba tanto de un problema económico como de una falta de gestión por parte de las autoridades polacas.

Margaret Thatcher no iba a tolerar que le impidieran entrevistarse con L. Walesa y los principales adversarios del régimen.

Previamente había consultado con el Papa Juan Pablo II (que a su vez visitó Polonia en 1987 y contribuyó al renacimiento de Solidaridad). Juan Pablo II, con su visita, ejerció una fuerte presión a favor de las reformas y estimaba que, el viaje de Thatcher, iba a influir positivamente en ese camino emprendido.

Thatcher entró en contacto con la Polonia real. Visitó la Iglesia de San Estanislao de Kostka, al norte de Varsovia, donde el padre Jerzy Popieluszko estuvo pronunciando sermones anticomunistas hasta su secuestro y asesinato por los servicios secretos polacos. “La Iglesia se hallaba abarrotada de gente de todas las edades que habían venido a verme y que, a mi entrada, entonaron un himno polaco”. Thatcher salió convencida de que era el credo del pueblo y no el de los asesinos el que resultaría vencedor en Polonia.

En Gdansk con Walesa. Los dirigentes de Solidaridad son, en palabras de Thatcher “una mezcla de trabajadores e intelectuales”. Su objetivo: el pluralismo político. En el viaje a Polonia, Thatcher planteó la necesidad de la legalización de Solidaridad.

En el verano del 1989 se dan los primeros signos del colapso comunista en la Europa Oriental. Solidaridad gana las elecciones en el mes de junio. En Hungría se impuso la liberación, con la apertura de la frontera con Austria, lo que permite la entrada de refugiados de la Alemania Oriental.

El 10 de Noviembre de 1989 es la fecha del inicio de la demolición del muro de Berlín. Thatcher lo vislumbró en su visita a Berlín de 1983. La caída del muro es el resultado de una doctrina de firmeza y resolución del mundo occidental, del mundo libre; pero también de la renuncia, por parte de los nuevos dirigentes, personalizados en la figura de Gorbachov, a la doctrina Brezhnev.

Uno de los fracasos de la política de Margaret Thatcher, referente a su política exterior, y que surge a raíz de la caída del muro,  fue el de la unificación alemana, a la que se opuso radicalmente.

En 1990 Margaret Thatcher visitó Checoslovaquia y Hungría. Quedó fuertemente impresionada con el Primer Ministro Hedel. Esa buena imagen deviene del discurso que pronunció en su toma de poder:

“El régimen anterior, armado de su ideología arrogante e intolerante, degradó al hombre, trocándolo en fuerza de producción, y degradó a la naturaleza, trocándola en herramienta de producción. Así agredieron la esencia más pura del hombre y de la naturaleza, incluida la relación entre ambos.”

Palabras que bien pudiera haber pronunciado, conforme a los principios y valores que inspiraron su actuación, la propia Margaret Thatcher.


8.El adiós de Margaret Thatcher


La democracia no es algo que respete a las personas. W. Churchill lo comprobó cuando, tras dirigir Gran Bretaña en su lucha contra el nazismo, fue derrotado en las elecciones de 1945. En el caso de Margaret Thatcher no fueron unas elecciones las que la retiraron del cargo, sino su propio partido político.

En su último discurso en el Parlamento dejó la impronta de su actuación en los once años en los que tuvo el poder. Cada frase que pronunció formaba parte de su alegato ante el tribunal de la historia. Historia que jamás podrá decir que su gestión fue distinta a los objetivos que se marcó al inicio de sus mandatos, tanto en si política interna como en su política internacional.

“Hace diez años, la parte oriental de Europa estaba bajo el poder totalitario; sus pueblos no conocían ni derechos ni libertades. En la actualidad, contamos con una Europa donde la democracia, el imperio de la ley y los derechos humanos fundamentales se van extendiendo sobre una zona cada vez más amplia; donde la amenaza a nuestra seguridad por parte de las fuerzas convencionales abrumadoras del Pacto de Varsovia ha sido eliminada; donde el muro de Berlín ha sido derribado, y la Guerra Fría ha llegado a su fin.

Estos cambios enormes no se han producido por casualidad. Han sido logrados por medio de la fuerza y la resolución en la defensa, y por una negativa a dejarse intimidar. Nadie en Europa del Este cree que sus países serían libres si no fuera por aquellos gobiernos occidentales que estaban dispuestos a defender la libertad, y que mantuvieron viva la esperanza de que algún día también la Europa del Este sería libre.

Hay otra cosa que se puede sentir. Es la sensación del destino de este país: los siglos de historia y experiencia que aseguran que, cuando se deben defender los principios, cuando se ha de apoyar al bien y de vencer al mal, Gran Bretaña empuñará las armas. El hecho de que quienes estamos en este bando nunca hayamos dudado ante las decisiones difíciles hace que hoy esta Cámara y este país puedan confiar en este Gobierno.”  

Cuenta en su autobiografía que se sentó en su escaño entre los vítores de sus colegas resonando en sus oídos y empezó a pensar en lo que haría a partir de ese momento…







Y ese mañana, al menos desde la perspectiva de quien está haciendo este trabajo, nos permite ver a Margaret Thatcher, junto con Ronald Reagan y Juan Pablo II, como unos promotores y campeones de la libertad; tres personajes, tres líderes, de la primacía de la dignidad del hombre, de los derechos inviolables que le son inherentes y del libre desarrollo de su personalidad, frente a la sumisión de cualquier signo o naturaleza. Simbolizaron el triunfo de la democracia liberal frente a la tiranía comunista.

A Margaret Thatcher nunca le asustó la verdad, su verdad…

Las personas que no sufren este miedo, perturban y molestan a los que carecen de principios o los enmascaran, para ser así mejor acogidos por una sociedad que, igualmente, da la espalda a todo lo que no sea material y artificial, que se doblega ante lo efímero o insustancial, dejando a un  lado los principios y valores que han constituido la base sobre la que se han asentado y desarrollado su cultura a lo largo de la historia.

A Margaret Thatcher nunca le asustó la verdad, su verdad…

En su demencia senil, que le acompaña en los últimos años de su vida, estoy absolutamente convencido de que puede haber olvidado dónde dejó el libro de lectura que le acompañó en la noche anterior; pero no ha conseguido aparcar, en ese mundo de los recuerdos borrados, los principios y valores que marcaron toda su existencia y que aplicó en todas sus actuaciones públicas y privadas.

Porque los principios y los valores no sólo se hospedan en el cerebro…también están arraigados en el corazón, y ese, hasta la fecha, le funciona perfectamente.












































































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