viernes, 1 de marzo de 2013

VIRXILIO VIEITEZ, UN PASEO A LA GALICIA DE AYER

Juan José Lucena Herrera







Para los que no hayan tenido la suerte de gozar de esas tertulias familiares, donde los abuelos narraban cómo era la vida de su juventud, con las carencias propias de la época, y  a su vez, con los excesos que proporcionaba la inventiva y la autonomía para superarlas, disponen de una magnífica oportunidad para conocer los tiempos del ayer en la exposición fotográfica de Virxilio Vieitez, que se celebra en la sede de la Fundación Telefónica de Madrid. Esta exposición es todo un torrente de información de una España retratada a partir de la década de los cincuenta, un país que empezaba a desperezarse de una guerra fratricida. Ese caudal informativo normalmente era transmitido de generación en generación. El relato no era otro sino el de sus propias vivencias y costumbres, puesto que sus orígenes, eran los de la España rural que refleja a la perfección la obra de Vieitez, y más en concreto, los de su tierra gallega.




La fotografía de Vieitez provoca la necesidad urgente de rebuscar por  casa los testimonios de antaño; esos que se conservan en las cajas vacías de los mantecados de la Navidad, o que se encuentran desperdigados en cajones que sueñan con que alguien les ponga orden, para que fluya, por fin, la información e historia que contienen. No es una información cualquiera, es la de nuestra propia familia.



Vieitez es un fotógrafo sin más. Vieitez retrata a la Galicia que se tiene que identificar en unos documentos para acreditar la propia identidad. También posa la Galicia en la que los hijos se apilaban en una familia que crecía, y a la que las autoridades beneficiaban con unas prerrogativas sociales, al contribuir al crecimiento poblacional de esa España desbastada después de la guerra. Vieitez retrata a la Galicia que celebra bautizos y bodas, también funerales y entierros. Vieitez retrata a la Galicia que emigraba y, con sus fotografías se constituía en una especia de notario de actualidad que, adquiría tintes trágicos o festivos, en función del encargo por el que había sido requerido por sus clientes y paisanos.



Vieitez era un fotógrafo que hacía sólo las fotos que le encargaban y le pagaban. Un fotógrafo del pueblo. Nada más y nada menos.



Esos encargos, con el paso del tiempo, se han convertido en arte. Ésta no fue ni por asomo la pretensión de Virxilio Vieitez. Hablamos de un fotógrafo que sólo pretendía dejar constancia de lo que tenía por delante; personas que, al observarlas, nos transmiten inocencia y que, gracias a su buen quehacer profesional, él las convierte en personajes casi mágicos,  actores de una especie de fábula, en testigos mudos de su trabajo, en retratos que se  convierten en una maravillosa obra de arte.



Exposición Virxilio Vieitez, del 7 de Febrero  al 19 de Mayo en la Fundación Telefónica, C/ Fuencarral, 3 de Madrid.







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