BYE PRESIDENTE
Por un momento
me he situado en Noviembre de 1975. Vienen a mi memoria la imagen del
presidente Arias, con lágrimas en los ojos, comunicando la muerte del caudillo
Franco. Evoco el miedo familiar, ese era mi ámbito más estrecho en aquella época,
ante lo que el futuro más inmediato nos pudiera deparar. Recuerdo el testamento
político, plagado de miedos y recomendaciones, que nos quería hacer ver que
todo estaba “atado y bien atado” y, por último, las largas colas en las que
miles y miles de personas profesaban al caudillo su último tributo y
admiración.
Todo era en
blanco y negro.
En Marzo de
2013 esas escenas vuelven a repetirse. Ha fallecido el caudillo Chávez. En
común con el anterior, eso, el caudillaje. La diferencia, que el caudillo Chávez
viene legitimado por unas elecciones democráticas y , el caudillo Franco,
carecía del refrendo de unas urnas. La democracia puede llegar a legitimar
regímenes personalistas y autoritarios, basta con mirar a la Venezuela del
caudillo Chávez. Las mismas lágrimas, un testamento plagado de vocablos
populistas y de lo que muchos ya denominan como “chavismo”, y colas de cientos
de miles de venezolanos, que rinden su homenaje al líder, al que la enfermedad
más mortal de nuestros tiempos ha derrotado.
Todo ha sido
en color.
El caudillaje
siempre emerge tras una época de gran crisis. Así ha sido históricamente y
seguirá siendo. La Venezuela, sacudida por la pésima gestión de conservadores y
socialdemócratas que algunos definieron como cleptocracia, dio paso a la figura de un Hugo Chávez que
tomó el relevo, tras una primera intentona golpista fracasada, de un país
descompuesto por la corrupción, que implementó desde el primer instante, una
política de enfrentamientos, del todo y del nada, en la que el todo es lo
bueno, y ese evidentemente era Chávez, y nada es lo malo, y ese, claro está, no
era el émulo de Simón Bolívar.
El chavismo es
polarización, no hay término medio. Así se construye un régimen populista.
Populista viene de pueblo, y es ahí donde uno ha de aferrarse para la ideología
cuaje. Pero no sólo eso, otros también lo intentaron y fracasaron. Es necesario
tener carisma. Caer bien, en gracia, y que tus actos, graciosos o no, calen,
penetren en ese pueblo y, con el tiempo, te lleguen a idolatrar. Eso es
difícil, provocar alabanzas cuando lanzas exabruptos antiimperialistas, a pesar
de que necesitas al imperio para subsistir, y convertirte en padre material y
espiritual de los más desfavorecidos, a los que repartes dádivas y subsidios y,
al mismo tiempo, los tienes constreñidos con las limitaciones que le impone
para la compra de los alimentos más básicos.
Oye, que tiene
su mérito.
Por unos
llamado loco, por otros, el cristo de los pobres. Eso es el populismo, pasión y
rechazo. Un porcentaje muy amplio de la población venezolana no lo admite.
Entienden que no se ha generado ni explotado la riqueza con la que la
naturaleza ha dotado al territorio. Amor y odio.
El populismo
necesita a los medios de comunicación. Sin ese poder nadie, en el mundo actual,
puede subsistir. Se puede ser carismático, tener ese don natural, pero sin la
ayudita o el empujoncito de los medios, como que no.
Y el caudillo
Chávez pasó a ejercer su control. Este caudillo sometió a la población a un
interminable “reality” que a buen seguro arrasó en los índices de audiencia. Y
cuando ésta desfallecía, nada como salir a la calle, a contactar con las masas
y, con ayuda de las cámaras, lanzar mensajes de “exprópiese” para granjearse
nuevas y cuantiosas simpatías.
Y mientras,
muchos tienen que emigrar.
El debate
actual se centra en si el chavismo sin el caudillo Chávez va a pervivir. Mi
opinión es que al igual el franquismo sin franco no sobrevivió, el régimen
personalista y autoritario de Chávez tampoco va perdurar. Tendrá sus coletazos,
de eso no me cabe la menor duda, pero poco a poco se irá diluyendo con el paso
de los años.
Genio y figura
hasta en la sepultura, nunca mejor dicho. Hoy nos levantamos con la noticia de
su embalsamiento para perdurar por los siglos de los siglos. Mucho me temo que
sin duda constituirá visita turística para muchos, como lo es el mausoleo de
Lenin o el Valle de los caídos para los que añoran al que fue caudillo de
España.
Allí acudirán
los que suspiran por el neosocialismo del siglo XXI. Admirador de él, Cayo
Lara, pero no me imagino en España un “cayismo” o un “larismo”. Devoto es,
igualmente, el portavoz de IU en el parlamento andaluz, José Antonio Castro,
que no reúne precisamente ni nombre ni apellidos como para formar una ideología
que penetre en el pueblo. De José Antonio, “joseantonianismo”, de Castro,
“castrismo”. ¡Qué miedo!
Bye presidente
Chávez, caudillo de Venezuela. Émulos te saldrán que bueno te harán. Si no, al
tiempo. ¿Verdad Cristina? ¿Verdad Evo? ¿Verdad Correa?
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