Cuando una persona atiende a un determinado tipo de
mensajes y esta atención da lugar a una pauta de conductas, decimos que esa
persona tiene un determinado “estilo”. Los estilos cognitivos, siguiendo a Miller y Steinberg son los “modos
característicos según los cuales un individuo estructura sus creencias y
actitudes hacia el mundo, y modos de procesar y responder a la información que
le llega”.
¿Cuál es el estilo cognitivo de Margaret Thatcher?
Sería tan fácil como injusto, por desacertado, caer
en la tentación de definirla como una persona autoritaria; de hecho, el propio
calificativo con el que ha pasado a la historia, “la dama de hierro”, nos
permitiría profundizar y abundar en el error. Cuando una persona defiende sus
creencias, ya sean naturales o adquiridas, y no se doblega con facilidad a
otras perspectivas, a otras formas de ver o entender la vida social y política,
corre el riesgo de ser tildada de intolerante, cuando sólo está expresando y
defendiendo una manera de ser, un convencimiento de que sus ideas y la puesta
en práctica de las mismas, son la mejor manera de gestionar los asuntos a los
que dedica su vida privada y pública, rechazando los planteamientos que se
oponen a sus creencias y principios.
>>
“No te dejes llevar por la corriente […] sigue tu camino”.
Son palabras que en la película “La dama de hierro”
pronunciaba su padre, un modesto tendero de ideología conservadora.
Margaret
Thatcher siempre manifestaba que “había sido equipada a una edad temprana con el enfoque mental y los
instrumentos de análisis idóneos para reconstruir una economía devastada por el
socialismo estatal”, y como consecuencia
de la influencia que ejerció sobre ella la II Guerra Mundial, aseguraba que “la agresión debe ser siempre firmemente
resistida […] las naciones deben cooperar en defensa de las normas
internacionales acordadas si quieren resistir grandes males o conseguir grandes
beneficios”.
Apelación a la firmeza, a la resistencia, a la
defensa de las normas…En una mente “dogmática” se produce una dimensión del
continuo creencia-no creencia, sus maneras son la mejor forma de gestionar los
asuntos, están muy pronunciadas las barreras, rechazan
cualquier movimiento político, artístico, literario y cuantas tendencias o
facciones contengan esos movimientos, si van en contra de sus propios
pensamientos, ideas y actuaciones.
En un artículo que publica en el Daily Telegraph, anterior a su elección
como líder de los tories, ya era por algunos calificada como “la pasionaria del
privilegio” y manifestaba:
“Bien, si
los valores de la clase media tienen que ver con el fomento de la variedad y de
la elección individual, con proporcionar incentivos y premios justos a quienes
muestran aptitud y trabajan duro, con el mantenimiento de barreras efectivas
ante el poder excesivo del estado y con ser partidario de la extensión de la
propiedad privada, entonces sí, tienen razón los que dice que defiendo a la
clase media. Si un tory no cree que la propiedad privada es una de las
principales defensas de la libertad individual, entonces más vale hacerse
socialista”.
En referencia al socialismo:
>>”Al
final van a nacionalizar el maldito aire…”
En referencia a los atentados:
>>”No
debemos claudicar con los terroristas…”
Frente a los sindicatos:
>>”No
hay momentos para conciliaciones con los Sindicatos”.
Y el dogmático tiene que estar dando órdenes o
consignas si quieren que cambien diferentes creencias:
>>Hay
que alentar a la gente a valerse por sí mismos. Sí, debemos ayudar a la gente,
pero aquellos que puedan tienen que obrar por sí mismos […] si las cosas van
mal […] tienen que cambiar cosas”.
Cuando decide presentarse a líder del Partido
Conservador:
>>”Alguien
tiene que ponerse los pantalones, esos hombres no tienen agallas”
>>”El
Primer Ministro es débil y ha debilitado al Partido. Hay que saber cuando decir
adiós”
>>”Me
voy a presentar para reivindicar los principios que el Partido Conservador debe
defender”
>>”Me
voy a presentar para darle un meneo al Partido”.
La forma de concebir a la autoridad y a las personas
que están de acuerdo con ella tiene un carácter absoluto.
>>
“Sé que puedo salvar este país y que nadie más puede” (CHATMAM).
Frase que Margaret
Thatcher aplica para sí misma y para su acción de Gobierno .
Este trabajo se fundamenta y apoya en la película
“La Dama de Hierro” y, en mayor medida, en la lectura de la autobiografía de Margaret Thatcher, Santillana Ediciones
Generales, S.L., primera edición, Marzo 2012.
Destaco en un primer momento un fragmento extraído
de la citada obra que creo define la
personalidad de la ex primera Ministra y cuál sería su método o estilo que
inculcaría en su acción de gobierno. Fue en la respuesta que Margaret Thatcher dio al discurso pronunciado por Ted Heath (líder conservador al que
desbancó por dos votos como referente del Partido Conservador, pero que tiene
como su principal logro la adhesión de Gran Bretaña a la Comunidad Económica
Europea, a la que la futura Primera Ministra también se adhirió ) atacando su
política. Heath se había convertido
en abogado de la política del consenso. Thatcher
cuestionaba este término y ese tipo de política. Tomó la definición de Forbes Burnham (Guayana), en
visita que realizó a ese país, quien le
participó a la futura Primera Ministra, que
el consenso: “es algo que se tiene
si no se consigue alcanzar un acuerdo”.
Y que ella adoptó ese mensaje con el siguiente
literal:
“ A mi modo de ver el consenso parece ser el proceso
de abandono de toda creencia, principio, valor y política en busca de algo en
lo que nadie cree, pero a lo que nadie pone objeciones; el proceso que evita
las mismas cuestiones que han de resolverse, simplemente porque no se logra un
acuerdo en el camino. ¿Qué gran causa hubiera triunfado bajo la banda del
consenso?
El editorial del Daily Telegraph una vez elegida líder conservadora indicaba:
“La señora Thatcher debe ser capaz de aportar la dimensión moral
que ha brillado por su ausencia en la crítica tory al socialismo. Si lo
consigue, su ascenso al liderazgo del Partido podría suponer un cambio fundamental
en el debate poltica hasta decir basta:
la verdad y la justicia son sus valores fundamentaleso del bien y del mal, con
valores morales muy s de ítico de este país".
Vemos a Margaret
Thatcher como una persona racional, idealista, con sólidos principios,
determinada y perfeccionista. Destacamos un profundo sentido del bien y del
mal, con valores morales muy sólidos. Es ética hasta decir basta: la verdad, la
libertad y la justicia son sus valores fundamentales. Íntegra y recta. Thatcher sabe qué hacer en cada
situación.
Otras características que hemos observado de su
personalidad son: defensiva, mística e idealista. Thatcher buscó razones para todo. Tal vez por el miedo a errar,
explicó a los demás cómo debían hacerse las cosas y por eso también destaca por
su lógica, su pulcritud, orden y método, pero también por detallista.
Trabajadora compulsiva, crítica consigo misma y con los demás: los corrige para
que hagan lo que ella quiere que se haga porque estima es lo correcto.
Es “capaz” de dejar a su familia en un segundo
plano. Su color favorito, el azul. Sobria y elegante en el vestir.
Margaret
Thatcher tiene la verdad, los demás
están equivocados.
“Alguien
tiene que decir, lo que hay que decir”. (Thatcher)
El presente trabajo se va a regir por los parámetros
hasta ahora indicados de la personalidad o estilo de Margaret Thatcher. Para un mayor comprensión y a efectos de
establecer un orden, siempre haremos referencia a Margaret Thatcher en relación a un tema o cuestión determinada. En
cada uno de los puntos que hemos propuesto, en los años que residió en Downing
Street, dejó la impronta de su estilo.
Hay quien opina que la ideología de Margaret Thatcher es el Thatcherismo, donde prevalece una política de fuertes convicciones
que se basó en componentes económicos, en combatir la inflación, el libre
mercado, la iniciativa individual y empresarial, control de la oferta
monetaria, privatizaciones, reducción
del gasto público y en la reforma de los Sindicatos. Se trata de un liberalismo sobredimensionado, defensa
a ultranza del individuo y de sus capacidades en la que el Estado goza de un
papel limitado.
Los Gobiernos que, en el transcurso de los tres
mandatos formó la Primera Ministra, siempre fueron objeto por parte de la
oposición, sindicatos, países no aliados, terrorismo del IRA, etc. de continuos
ataques al objeto de crear una falta de orden y equilibrio en la sociedad
británica (distaxia).
Frente a ello, su actuación por el mantenimiento del
orden y mantenimiento de sus convicciones en la ejecución de sus planes y
programas de Gobierno, tanto a nivel de
su política interior como en la exterior.
Comenzamos…
1.
Margaret
Thatcher accede a DOWNING STREET
Por un solo voto (311-310) Jim Callaghan (Partido Laborista)
perdió la moción de confianza. Decidió la abstención de Frank Maguire.
Puso la campaña electoral en manos de la Agencia de
publicidad Saatchi&Saatchi que
reforzaron su idea de liderazgo. Esta agencia introdujo un tipo de publicidad,
en el desarrollo de la campaña electoral, típica, hasta ese momento, de las
campañas en los EE.UU., como es la publicidad negativa o de contraste.
Este tipo de publicidad es diferente a la de tipo comercial, por cuanto se
produce un ataque al candidato contrario, en este caso al del Partido Laborista,
mientras que en la comercial no es frecuente hablar de otros productos o marcas
en relación con tu propio servicio, bien, valor, mercancía, etc.
Se trataba de una agencia joven, nacida en 1978, que
pronto haría historia con un cartel político (publicidad estática) que, para
muchos, tal vez sea el más efectivo jamás realizado. Se mostraba una cola del
paro que serpenteaba hacia fuera desde una oficina de empleo, y que desaparecía
en la distancia. El título decía: “El trabajo no está funcionando”, y
debajo, en letras más pequeñas: “Gran Bretaña está mejor con los
conservadores”, “el laborismo no está funcionando”.
Thatcher nunca fue fácil de presentar al electorado. Cuando
se le mostró “el trabajo no está funcionando” exclamó: “maravilloso”.
Antes de la campaña de 1979 no existía tradición de
los partidos políticos británicos en la contratación de agencias de publicidad
para campañas electorales, tampoco era práctica en Europa.
Gran Bretaña, en palabras de Margaret Thatcher, era “una
nación que había sufrido una buena paliza”, con derrotas cada vez más
severas a lo largo de los cien años anteriores:
-
Gran Bretaña
era conocida como “el enfermo de Europa”.
-
Las ayudas
sociales, distribuidas con poca o ninguna consideración de sus consecuencias,
fomentaron la ilegalidad, facilitaron el desmoronamiento de las familias y
reemplazaron los incentivos para el trabajo y la autosuficiencia por una
perversa incitación a la holgazanería y la estafa.
-
Con una débil
posición internacional:
o Fracaso de la expedición de Suez (1956)
o Retirada del Golfo en 1970
o Crisis moral de los EE.UU. a raíz de la guerra de
Vietnan.
o La URSS y sus sicarios ampliaban su poder e
influencia. Invasión de Afganistán, sur de África y América Central, por medio
de la subversión y la invasión militar.
Con esta visión no es de extrañar que las primeras
palabras de la nueva Primera Ministra hicieran referencia a San Francisco de
Asís:
“ Allí
donde haya discordia, llevemos armonía.
Donde haya
error, llevaremos la verdad.
Donde haya
dudas, llevaremos la fe.
Y donde
haya desesperación, llevemos la esperanza.”
¿Cuáles serían las bases de su política?
En temas internos se fundamenta en un profundo
escepticismo sobre la capacidad de los políticos para cambiar las bases de la
economía o la sociedad:
“lo mejor que
podemos hacer es crear un contexto en el que el talento y las virtudes de la
gente se movilicen, no se destruyan”.
En temas externos, una política hábilmente dirigida
y basada en la firmeza, para aumentar la influencia del país y permitir que se
hagan progresos al negociar problemas difíciles en todo el mundo. Lucha contra
el comunismo.
Por eso le pide al Partido Conservador que tuviera
fe en la libertad y en los mercados libres, en un gobierno limitado y en una
fuerte defensa nacional:
“Yo siempre
he sido conservadora por instinto, optimista a largo plazo a favor de la libre
empresa y la libertad, ayúdenme a soportar los desoladores años de supremacía
socialista de los años sesenta y setenta”.
Y es que el socialismo es uno de los principales
caballos de batalla:
“…visto
desde lejos, el socialismo posee una cierta nobleza, sacrificio igual, reparto
justo, todos esforzándose juntos. Visto desde abajo, se veía muy diferente. En
un reparto justo las partes siempre acaban siendo pequeñas. Después, alguien
siempre tiene que velar por la igualdad; otro tiene que controlar que esta
igualdad no dé como resultado mercados negros o favoritismos ocultos; y un
tercero tiene que vigilar a los dos primeros para asegurarse de que los
administradores de la igualdad no se lleven más de la parte que les
corresponda”.
Margaret
Thatcher constituyó junto con Keith Joseph el Centro de Estudios
Políticos.
De ese Centro de Estudios Políticos se inspira Aznar para el nacimiento de FAES. En el
Capítulo 3. José María Aznar. Memorias
I. Página 119. Editorial Planeta. 2ª edición se menciona al CPS :
“…De aquel
sustrato liberal surgió la idea de crear una fundación para la promoción y
difusión de ideas y programas liberales. Me lo propuso Miguel Ángel Cortés cuando ya estábamos en la Junta (Castilla y
León), y la acepté de inmediato. Así se creó, en 1989, la Fundación FAES.
Tomamos como modelos dos relevantes think tanks: el británico Center for Polity
Studies (CPS), que había servido de apoyo a la política de Margaret Thatcher, y la estadounidense Heritage Fonndation, que
hizo lo mismo para Ronald Reagan”.
Sus primeras decisiones:
-
Reducción del
sector público.
-
Congelación de
la plantilla de la administración pública
-
Política sobre
los Salarios y precios, control de la inflación.
-
Ser muy
selectiva a la hora de determinar cuáles son los intereses británicos, que
pensaba defenderlos con toda resolución.
Sobre la base de que:
“Nada es
más importante para el éxito de un gobierno democrático que la disposición a
discutir con franqueza y energía, excepto, tal vez, la disposición a asumir
colectivamente la responsabilidad una vez tomada una decisión”.
Pronto surgirían las primeras dificultades…
2. Margaret Thatcher y los Sindicatos
Un sindicato es un grupo de presión y de interés
concreto que desarrolla estrategias eminentemente reactivas, combaten las
legislaciones que les perjudican, y promueven procesos orientados a influir en
las decisiones que regulen determinadas actividades. Un sindicato es un lobby.
Ya en la campaña electoral de 1979 sostuvo que “el sindicalismo fue fundado para defender a
la clase trabajadora, no para perseguir e impedir que los obreros vayan a
trabajar…eso es destruir empleos y hacer que este país se arrodille ante
ellos…y ya basta, es el momento de levantarse, es el momento de devolverle su
grandeza a Gran Bretaña”.
El sindicalismo británico gozó de enormes
prerrogativas en los años del Partido Laborista en el poder.
Los primeros discursos de Margaret Thatcher como Primera Ministra imprimieron un tono
autoritario a las reformas de la ley de Sindicatos. Estas reformas iban
orientadas en tres sentidos:
-
El derecho a
formar piquetes quedaría exclusivamente limitado al lugar mismo de trabajo de
quienes tenían conflictos con sus empleadores.
-
Cambiar la ley
de establecimientos, según la cual los empleados estaban obligados a pertenecer
a un Sindicato si querían conseguir o mantener un trabajo, y que afectaba unos
cinco millones de trabajadores.
-
Desalentar el
voto a mano alzada. Destinar fondos públicos para financiar el voto por correo
de las elecciones sindicales.
Promueve la Ley de Empleo de 1980.
Los efectos económicos del poder sindical eran
evidentes. Al estallar un conflicto, el Sindicato podía ejercer todo tipo de
presiones sobre sus miembros, una “intimidación legal”, que le facultaba a
amenazar con la expulsión y, por ende, al ser obligatoria la afiliación, la
consiguiente pérdida de empleo a aquellos que quisieran seguir trabajando.
Estas inmunidades tenían su origen en una ley de conflictos laborales de
principios del siglo XX, en concreto, de 1906.
La ley de empleo de 1980 estaba destinada a limitar
la inmunidad de las acciones de apoyo que rompieran o interfirieran en los
contratos comerciales. La inmunidad sólo subsistiría cuando la acción fuera
tomada por empleados de los proveedores o clientes del empleador en el
conflicto, con el “único o principal objetivo” de apoyar el conflicto principal
y cuando la acción tuviera una razonable perspectiva de prosperar. Las
inmunidades sindicales se combinaban con los monopolios nacionalizados
(siderurgia, minería) para aumentar el poder de los sindicatos en esas
industrias. Margaret Thatcher se
propuso restringir las inmunidades y terminar con los monopolios por medio de
la competitividad.
Contaba además con apoyo popular. The Times del 21.06.1980 publicó una
encuesta de opinión que respondía a la siguiente pregunta: ¿Cree que las
huelgas por solidaridad y los boicots son armas legítimas en un conflicto
industrial o cree que la nueva ley debería, sin lugar a duda, restringir su
uso? Un 71 por ciento de las respuestas respondieron a favor de la restricción
de su uso.
Entre 1979 (año de acceso al poder) y 1980 el
gobierno de Margaret Thatcher sufrió
la huelga de la siderurgia y la de British
Leyland (automoción).
A Margaret
Thatcher nunca le tembló el pulso en estos ni en otros conflictos,
consideraba que los sindicatos “…en su
interior están llenos de cálculos políticos y consideran –los Sindicatos- que
la tarea de los conservadores es la de una elegante retirada ante el inevitable
avance de la izquierda. La retirada como táctica es a veces necesaria; pero la
retirada como política estable mina el alma”.
Margaret
Thatcher siempre consideró que en
igualdad de condiciones, el nivel de desempleo está relacionado con el alcance
del poder sindical. Los sindicatos habían dejado a muchos de sus afiliados sin
trabajo al exigir unos sueldos excesivos para una producción insuficiente,
provocando que la producción británica no resultara competitiva.
Recordemos que en la década de los setenta se
produjo la crisis económica mundial del petróleo que afectó a todos los niveles
de la economía.
En 1982 promueve una nueva Ley de Empleo. Su
ministro de trabajo era Norman Tebbit.
La nueva ley pretendía:
-
Elevar los
niveles de compensación para los despidos injustos en aquellos lugares de
trabajo con afiliación sindical obligatoria.
-
En los lugares
de trabajo en los que rigiera la afiliación sindical obligatoria se celebrarían
votaciones periódicas para comprobar si dicho sistema seguía contando con el
apoyo de los empleados.
-
Declarar ilegal
el requisito de pertenecer a un sindicato determinado para obtener un contrato
laboral.
-
Los empresarios
podrían despedir a aquellos que tomaran parte de una huelga u otro tipo de
acción laboral sin verse expuestos a demandas por despido injustificado,
siempre que se despidiera a todos los participantes en la huelga.
-
Nueva
definición de conflicto laboral que sería más estricta y limitaría la inmunidad
en el caso de las medidas de apoyo.
En la ley laborista de Sindicatos y Relaciones
Laborales de 1974, los sindicatos gozaban, además, de una inmunidad
prácticamente ilimitada frente a demandas por daños y perjuicios. Tampoco
podían ser demandados por las acciones ilegales de los sindicatos ni por las
realizadas en su nombre por sus representantes.
Estaba claro que los Sindicatos iban a oponer una
fuerte resistencia por la pérdida de estas prerrogativas, se abría la puerta de
la estrategia reactiva.
Este tipo de estrategia se vería además acentuada
como consecuencia de las elecciones de 1983 que constituyeron la derrota más
devastadora jamás infligida al socialismo democrático en Gran Bretaña.
El poder del ala dura de la izquierda estaba
atrincherado en tres reductos: el Partido Laborista, los gobiernos locales y
los Sindicatos. Fue desde estas posiciones donde lanzaron su ataque contra el
nuevo mandato. Las fuerzas de choque fueron aportadas por la NUM, el Sindicato
minero encabezado por Arthur Scargill.
En palabras del dirigente sindical: “no estoy dispuesto a aceptar que tengamos
que cargar otros cuatro años con este Gobierno”. En palabras de Margaret Thatcher estos ataques “no habían de dirigirse solamente contra el
Gobierno, sino contra todo aquello que pudiera interponerse en el camino de la
izquierda, incluyendo sus compañeros mineros y sus familias, la policía, los
tribunales, la ley y el propio Parlamento.”
En vísperas de la I Guerra Mundial la minería del
carbón empleaba a más de un millón de obreros, la producción alcanzaba los 292
millones de toneladas. En 1946 de produce la nacionalización del sector, los
empleos disminuyen a setecientos mil y la producción desciende a los 187
millones de toneladas. En 1983-1984 el número de trabajadores es de doscientos
mil.
Los planes de Jan
Macgregor, presidente de la NCB (Junta
Nacional del Carbón) son que para 1988 la producción sea de 25 millones de
toneladas y el número de trabajadores sea de cuarenta mil.
El programa de regulación de empleo del sector en
1984 contemplaba una indemnización de mil libras por año trabajado. La minería
del carbón recibía vía subvenciones mil trescientos millones de libras
esterlinas anuales.
Los líderes de la NUM no van a admitir bajo ningún concepto contemplar el cierre de
cualquier mina por motivos económicos, sólo hasta que se sacara el último
“terrón” de carbón.
La HUELGA estaba cantada, era cuestión de horas. Durará
un año.
Este conflicto afectó a varios poderes: poder
ejecutivo, poder gestor, poder judicial, poder redistribuidor, al comercio
internacional, poder legislativo y poder diplomático.
También a las distintas capas del cuerpo de la
sociedad política, a la capa conjuntiva, la que contempla las relaciones con
las personas, al conjunto de individuos
que detentan el poder ejecutivo y legislativo, a los dirigentes de la oposición
que, claramente se posicionaron a favor de los Sindicatos, a la sociedad civil
y al orden auxiliar. A la capa basal que es en sí económica (programa de
regulación de empleo y programas de cierre de minas deficitarias), y a la capa
cortical, en el sentido de la relación del conflicto con sociedades extrañas:
asociaciones que agrupaban a otro tipo de colectivos que van a ejercer
influencia en el conflicto (estibadores portuarios).
El Gobierno de Margaret
Thatcher va a transmitir un mensaje claro e inequívoco: no dará su brazo a
torcer ante la huelga y defenderá hasta sus últimas consecuencias el derecho al
trabajo.
En consultas que se realizaron durante el conflicto
de los setenta mil mineros que votaron, cincuenta mil lo hicieron a favor de
seguir trabajando.
La oposición presenta en Julio de 1984 una moción de
censura. Margaret Thatcher
manifiesta que: “el Partido Laborista es un partido que apoya todas las huelgas
sea cual sea el pretexto y por dañina que resulte. Pero, por encima de todo, es
el apoyo del Partido Laborista a los mineros en huelga, frente a los mineros
que desean seguir trabajando, lo que priva definitivamente de toda credibilidad
a su afirmación de que representa los verdaderos intereses de la población
trabajadora en este país.”
El poder judicial estará implicado por cuanto el
tribunal Supremo fallará a favor de dos mineros de Yorkshire contra la NUM. La huelga de esta población no
podría en consecuencia considerarse oficial. NUM y Scargill son
culpables de desacato y condenados a
multas millonarias.
Se postulan ante el conflicto sociedades o
asociaciones como las integrantes de “Vuelta al Trabajo” que agrupa a esposas
de los mineros. También la Asociación Nacional de Capataces, Delegados y
Dinamiteros, que se unió a la huelga (NACODS).
Se implicó la Unión de Trabajadores del Transporte por una supuesta violación
del Plan Nacional de los Trabajadores Portuarios.
Y en cuanto al poder diplomático, el Sunday Times reveló que un miembro de
la NUM había visitado Libia y había
apelado al coronel Gadafi solicitándole fondos. Posteriormente una reunión de Scargill en París con el sindicato
comunista y un miembro libio, supuso una donación de ciento cincuenta mil
libras. También colaboraron a la NUM
mineros afganos y soviéticos.
Como hemos indicado anteriormente el conflicto duró
un año. El pulso lo ganó la Primera Ministra. Se mantuvo firme en sus
posiciones: “Algunos hombres –indicaba Margaret Thatcher- con los que tuve que
tratar en el curso del quehacer político, evidencian precisamente esas
características que atribuyen a las mujeres: vanidad y torpeza para tomar
decisiones arduas. Hay otros que sencillamente no soportan trabajar con mujeres
[…] yo no sólo era una mujer, sino “esa mujer”, una persona inquietante,
convencida de que los valores y virtudes comunes del país no tenían más remedio
que ponerse en marcha para resolver los problemas…”
3.Margaret Thatcher y el terrorismo
En 1984 se celebraba el Congreso del Partido
Conservador en Brighton. La sede, el Gran Hotel. Una serie de bombas intentaron
quebrar no sólo la estructura del edificio, querían romper la firmeza de la
Primera Ministra.
“el
atentado […] no fue sólo un intento de interrumpir y poner fin a nuestro
Congreso. Ha sido el intento de cercenar al Gobierno de Su Majestad elegido
democráticamente…”
Margaret
Thatcher tenía muy claro su
planteamiento frente al problema terrorista:
-
No hay excusas
para el reinado del terror del IRA.
-
El terrorismo
es el empleo calculado de la violencia y de su amenaza para lograr fines
políticos.
-
El terrorismo
es la coacción a la mayoría del pueblo de Irlanda del Norte, que ya ha
manifestado su voluntad de mantenerse dentro del Reino Unido.
-
Su política
siempre se basó en el respeto de la democracia y la ley.
Margaret
Thatcher tuvo que asistir a
demasiados funerales de víctimas del IRA.
Margaret
Thatcher no cedió ante
planteamientos procedentes del Vaticano con motivo de la huelga de hambre de
miembros del IRA.
Esta fortaleza en sus planteamientos sobre el
problema terrorista también se mostraron en su posicionamiento frente al terrorismo internacional, y que además dejaron ver el grado de amistad, colaboración,
compromiso y correspondencia con sus aliados y amigos.
El 27.12.1985 se produjeron disparos contra
pasajeros que esperaban en los vestíbulos de los aeropuertos de Roma Y Viena.
Los pistoleros, terroristas palestinos del grupo Abu Nidal, con conexión en Libia.
EE.UU. pide a la comunidad internacional sanciones
para Libia. Europa, como siempre, se muestra reticente a dichas sanciones, los
intereses económicos –léase petróleo- están en juego.
El 5.04.1986, en Berlín, se produce un atentado
terrorista que ocasiona dos muertos (un soldado norteamericano) y doscientos
heridos (sesenta de ellos norteamericanos). Ronald Reagan pide al mundo colaboración. Solicita apoyo de bases
logísticas para sus aviones. Se dirige a Margaret
Thatcher en estos términos:
“No me hago
ilusiones de que estas acciones eliminen totalmente la amenaza terrorista, pero
demostrarán que los actos terroristas fomentados oficialmente por un Gobierno
–como Libia ha hecho repetidamente- no quedarán sin castigo. La pérdida de
semejante patrocinio debilitará, inevitablemente, la capacidad de las
organizaciones terroristas para perpetrar ataques criminales, mientras seguimos
trabajando por vía económica, política y diplomática para mitigar las causas
fundamentales de ese terrorismo”.
La respuesta de la Primera Ministra no ofreció lugar
a dudas:
“Nuestro
apoyo incondicional para llevar a cabo las acciones dirigidas contra objetivos
libios específicos, involucrados de forma clara en la realización y apoyo de
actividades terroristas.”
Margaret
Thatcher tenía que apoyar a quien
le apoyó sin fisuras en la guerra de Las Malvinas.
Y nuevamente un ejemplo más de su carácter y
personalidad, ya que a pesar de la impopularidad de estos apoyos “nadie podría dudar que nuestra acción había
sido enérgica y decisiva. Los ministros y diputados disidentes podrían
murmurar; pero ahora murmuraban sobre un liderazgo que no les gustaba, y no por
el fracaso del liderazgo.”
Margaret
Thatcher resurgió con mayor
autoridad e influencia en la escena mundial.
4.Margaret Thatcher y los EE.UU.
Margaret
Thatcher conoció a tres Presidentes
norteamericanos.
“Era imposible
no sentir simpatía por James Carter.
Era un hombre que no dominaba la economía y, en asuntos sociales, estaba
bastante influido por una doctrina que por aquel entonces iba ganando adeptos
en el Partido Demócrata: la que sostenía que se había exagerado la amenaza del
comunismo y que la intervención estadounidense en apoyo a dictadores de
derechas, era casi igual de culpable.”
“La
personalidad de Carter tampoco era
apta para la presidencia; se angustiaba ante las grandes decisiones y le
preocupaban demasiado los detalles. Para dirigir una gran nación no basta con
ser persona decente y practicar la perseverancia”.
Obviamente, a pesar de sus simpatías, Carter no era hombre en el que la
Primera Ministra pudiera confiar de cara a abordar uno de los principales ejes
de su pensamiento político. Margaret
Thatcher siempre consideró que la amenaza planteada por la URSS era más
militar que ideológica. Esa amenaza no era sólo de nuestra seguridad en Europa
y América del Norte, sino también, directa e indirectamente, al Tercer Mundo:
“Podemos
discutir cuál es la motivación de los soviéticos, pero el hecho es que los
rusos tienen las armas y se están procurando más. Es una cuestión de simple
prudencia que Occidente responda”.
No cabe duda de que la invasión soviética de
Afganistán en 1979 abundaba en estos planteamientos. Las posiciones eclécticas
de Occidente provocaban un abuso despiadado de la distensión, para sacar
provecho de la debilidad y el desorden.
Con la invasión de Afganistán muchos analistas
consideran que la URSS cometió un error de bulto: habían preparado el camino
para el renacimiento de Norteamérica bajo el mandato de Ronald Reagan.
En 1979 se produjo el secuestro de 49 diplomáticos
estadounidenses en Irán. Reagan tenía el camino despejado hacia la Casa Blanca.
El destino iba uniendo las piezas que determinarían la caída del comunismo.
Margaret
Thatcher y Ronald Reagan formaron
un tándem perfecto en la lucha contra el comunismo.
La elección de Reagan
en Noviembre de 1980 tuvo una importancia inmediata y fundamental, ya que
demostraba que EE.UU., la mayor potencia a favor de la libertad jamás conocida
en el mundo, estaba a punto de reafirmar un liderazgo seguro de sí mismo en los
asuntos mundiales: “era mi deber hacer
todo lo que estuviera de mi mano para reforzar y promocionar la audaz
estrategia del Presidente Reagan
para ganar la guerra fría que Occidente había estado perdiendo tan lenta como
seguramente…”
Es célebre el mensaje de Ronald Reagan que, por escueto, no desmerece en absoluto la profundidad
del mensaje: “Nosotros ganaremos y ellos
perderán”.
A diferencia de los EE.UU. , Gran Bretaña en 1979
tenía que vérselas con “el venenoso legado” del socialismo:
-
Nacionalización
-
Poder de los
sindicatos
-
Una cultura
anti empresarial profundamente arraigada
-
La política de
precios y salarios de los laboristas (incrementos del 35% en los sueldos.
Inflación desbocada)
-
Políticas
monetarias cuando menos negligentes
Que habían dificultado la transición, a la vez que
la explosión salarial del sector público, obligaba a un aumento del gasto y a
soportar déficits de las cuentas públicas que obligaban a financiarse a tipos
elevados.
Con la presidencia de Reagan el mundo empieza a reconocer la realidad de las ambiciones y
del estilo de vida soviético. En la alianza occidental existe una nueva determinación,
un nuevo liderazgo en Norteamérica que despierta confianza y esperanza en el
mundo libre.
En 1982 Ronald
Reagan pronunció un discurso ante las dos Cámaras (Representantes y Senado)
que muchos analistas lo definieron como el manifiesto de la doctrina Reagan. Constituía un hito decisivo el papel de la
batalla de las ideas que ambos líderes deseaban librar contra el socialismo en
general y el de la URSS en particular. Una fuerte capacidad defensiva era un medio
necesario pero no suficiente para superar la amenaza comunista. En lugar de
limitarnos a intentar contener el comunismo, tenían ambos mandatarios la
intención de desatar una ofensiva por la libertad. En ese discurso Reagan propuso una campaña mundial a
favor de la democracia para “favorecer la
revolución democrática que estaba cobrando nuevas fuerzas”.
Ese mismo año se produce el primer contacto entre R. Reagan y Juan Pablo II. No podemos
hablar, a mi entender, de identificación entre la Santa Sede y los EE.UU., sino
de una profunda colaboración sobre objetivos como la defensa de la libertad,
los derechos humanos y la situación de la URSS.
Este discurso marcó un camino a seguir en la batalla
de Occidente contra el comunismo. Era la contrapartida de la doctrina Brezhnev, con arreglo al cual
Occidente no podía abandonar a aquellos países en los que había sido impuesto
el comunismo.
Reagan apoyo abiertamente a Thatcher en las elecciones de 1983: “ te deseo el mayor éxito en las elecciones, y que consigas otro
mandato en que seguir adelante con la política valiente y de principios que has
emprendido”.
Ese tándem Reagan-Thatcher
estaba perfectamente sincronizado, dispuesto a abordar los complejos problemas
internos y externos. Es como si ambos se hubieran desprendido de una capa de
complejos y estuvieran dispuestos, con la fuerza que les daba que sus recetas
eran las adecuadas, a abordar cualquier cuestión, por grave que fuera, en
defensa de su modelo y visión del mundo. Y hablando de recetas:
“Pude asegurarle
a Reagan que siempre se daba un
periodo en el curso de un enfermedad en el que la medicina resultaba más
desagradable que la propia enfermedad, pero no por ello convenía dejar de tomar
la medicina”.
En este mismo año de 1983 Thatcher mantiene una reunión con Reagan donde perfilan estrategias frente a la URSS. Los soviéticos
estaban ya claramente a la defensiva en el campo de las relaciones
internacionales. Era la URSS quien debía decidir cómo reaccionar ante el
inminente despliegue de armas nucleares de alcance medio por parte de la OTAN. En este campo del armamento
nuclear era donde Occidente podía reaccionar frente a la superioridad del Pacto de Varsovia. Los gastos militares
del Pacto representaban el catorce
por ciento del producto nacional bruto de la URSS. La superioridad del Pacto sobre la OTAN en carros de combate era de tres a uno y más de dos a uno en
aviones tácticos de combate.
En esa misma reunión Thatcher respalda a EE.UU. en su política en El Salvador. Acuerdan una estrategia general respecto a la
URSS en los años venideros, siendo conscientes que, debido a las dificultades
económica de la URSS, los gastos de defensa no tenían más remedio que
limitarse. Eran ya de tal magnitud que no podían incrementar los recursos
asignados a esa partida, la situación de su economía, con un reflejo muy
importante en la sociedad, no podía permitirlo.
En un discurso de Margaret Thatcher en la Fundación
Winston Churchill de los EE.UU: manifestó:
“ Tenemos
que negociar con la URSS tal y como es, no como nos gustaría que fuera. Vivimos
en el mismo planeta y tendremos que seguir compartiéndolo. Estamos por
consiguiente dispuestos, si las circunstancias lo permiten y cuando lo
permitan, a hablar con los líderes soviéticos. Pero no debemos caer en la trampa
de atribuirles nuestra propia moralidad. Ellos no comparten nuestras
aspiraciones; no están constreñidos por nuestra ética; siempre se han
considerado exentos de las normas que son vinculantes para otros Estados”.
Este binomio Reagan-Thatcher
se mantuvo hasta la permanencia de ambos en el poder. Con Bush en la Presidencia, EE.UU. se inclinó en un primer momento por
Alemania como principal aliado de su política, tal vez para no mostrar una
continuidad en la política exterior de Reagan.
Bush cambió pronto de actitud con la
crisis del Golfo.
No hay la menor duda que esta política contribuyó,
junto con la propia actitud de Gorbachov,
a que el muro del comunismo se desmoronase.
El 29 de Octubre de 1983 Margaret Thatcher en una visita a Berlín junto con el canciller Kohl manifestó:
“Hay
fuerzas más poderosas e insidiosas que el aparato de la guerra. Se puede
encadenar al hombre, pero es imposible encadenar su mente. Es posible
esclavizarle, pero no conquistar su espíritu. Tras el final de la guerra, a los
líderes soviéticos se les ha recordado década tras década que su ideología
inmisericorde sobrevive tan sólo por la fuerza. Pero se acerca el día en que la
ira y la frustración del pueblo serán tan grandes que la fuerza no podrá
contenerlas. Entonces el edificio de vendrá abajo: el cemento se
desmorona…algún día la libertad amanecerá al otro lado del muro.”
Claro ejemplo de esa batalla por las ideas, por una
filosofía y concepción de vida y, sin duda alguna, premonitorio de lo que iba a
suceder en 1989.
5.Margaret Thatcher y Las Malvinas
No me voy a extender en este punto. Es uno de los
aspectos más desarrollados en la película “La dama de hierro”. En Las Malvinas Thatcher defendió el honor de la Nación
y, como no podía ser de otra forma, principios, siempre los principios, que son
de importancia fundamental y que deben regular las relaciones internacionales:
por encima de todos ellos, el principio de que los agresores jamás deberían
salirse con la suya, y de que el derecho internacional ha de prevalecer sobre
el empleo de la fuerza.
Thatcher consideraba que desde 1956, año del fiasco de Suez,
la política exterior británica no había sido sino una larga retirada. Los
aliados y los enemigos veían a Gran Bretaña como una nación desprovista de
voluntad y capacidad a la hora de defender sus intereses en tiempos de paz, por
no hablar de los momentos de guerra. La victoria en Las Malvinas cambió este
concepto.
Otra vez su alianza con Reagan fue fundamental en este conflicto.
Con Las Malvinas de nuevo afloraron los valores y
creencias:
“La paz no
basta si no existen la libertad y la justicia”.
Thatcher hizo suya la idea de Roosevelt: “Nosotros, que
hemos nacido libres y creemos en la libertad, preferimos morir de pie antes que
vivir de rodillas”.
6.Margaret Thatcher y la URSS
Como hemos indicado con anterioridad, en 1983 los
soviéticos comienzan a darse cuenta de que el juego de la manipulación e
intimidación se superaría pronto.
La URSS mantenía una estrategia que consistía en la
creación de una zona desnuclearizada en Europa. Los gobiernos europeos no
estaban dispuestos a caer en la trampa y se sigue adelante con el despliegue de
misiles Cruise y Pershing junto con
el anuncio de Reagan de sus planes
para una iniciativa de defensa estratégica (SDI). Esta iniciativa, sobre la que los soviéticos y Gorbachov estaban tan alarmados, era la
que iba a demostrar ser de vital importancia en la victoria de Occidente en la
guerra fría.
Hasta ese triunfo hubo incidentes que provocaron
enfriamiento y distanciamiento entre ambos mundos. En Septiembre de 1983, los
soviéticos derriban un avión de las líneas aéreas civiles surcoreanas,
ocasionando 269 muertos. Y es que la guerra fría nunca había terminado, era un
conflicto entre un sistema y otro.
Thatcher siempre creyó triunfaría el sistema occidental si
no se renunciaba a las ventajas de ese sistema. El mundo libre descansa en la
creatividad y vitalidad de los individuos.
Sentada las bases doctrinales (ver Margaret
Thatcher y los EE.UU.) sólo faltaba encontrar el interlocutor adecuado
entre la nueva generación de dirigentes soviéticos: Gorbachov.
Andropov, aunque no era un liberal, siempre quiso
revitalizar la economía soviética, que estaba en peor estado del que cualquiera
pudiera sospechar. A Andropov lo
sustituye Chernenko.
Tras Chernenko,
Mijail Gorbachov, es decir, un nuevo estilo en el gobierno soviético que
habla abiertamente del terrible estado de la economía.
En noviembre de 1985, se produce la primera reunión Reagan-Gorbachov. Siempre la URSS
insiste que, para la existencia de acuerdos, la iniciativa estratégica SDI debía dormir en los laboratorios,
en el sueño de los justos. Reagan no
cedió a este planteamiento.
Los aires de la perestroika
(reestructuración) llevaron a Thatcher
de visita a la URSS en 1987. En esta visita Gorbachov culpa a Thatcher
de frustrar los intentos encaminados a conseguir eliminar las armas nucleares.
Gorbachov siempre fue el hombre que Thatcher consideró idóneo, como interlocutor, en la estrategia que
diseñó con Reagan. En los momentos
en que Gorbachov pasaba mayores
dificultades (1989-1990), Margaret
Thatcher mantuvo su apoyo al líder soviético:
“No soy por
naturaleza de la clase de personas que abandona a quienes le gustan y le han
dado muestras de amistad, solamente porque cambia su fortuna. Esta lealtad
puede tener sus desventajas, pero contribuye a que nos granjeamos el respeto de
las demás personas con que nos relacionamos. El respeto es un verdadero
tesoro.”
7. Margaret Thatcher y los países del
este
Hasta ahora hemos hecho referencia a un trío de
líderes políticos: Thatcher, Reagan,
Gorbachov. Para el repóquer tenemos que hablar necesariamente de Juan Pablo II y del líder de
solidaridad Walesa.
Juan Pablo
II siempre tuvo como objetivo
debilitar el comunismo. Tal vez era el que, por su origen, mejor conocía sus
carencias y como era combatido por la fuerza moral de una nación (Polonia).
Esto, junto con la tenacidad de ese pueblo, fueron el complemento ideal de la
firmeza política de los EE.UU. de Reagan.
La revista Time tildó al binomio
como “la Santa Alianza”.
Y es que para Juan
Pablo II: “el comunismo te robaba el
alma”.
Del primer viaje de Juan Pablo II a Polonia, en 1979, surge el Sindicato Solidaridad.
Thatcher visitó en dos ocasiones Polonia. Por su mayor
trascendencia haremos referencia a la que realizó en 1988.
Con sus viajes a los países del este (ya visitó con
anterioridad también Hungría), siempre pretendió seguir adelante con esa
estrategia dirigida a los países del bloque oriental: ser el símbolo, el icono
del mundo libre.
En una Polonia en bancarrota política y
económicamente se produce un resurgimiento del sindicato Solidaridad, tras la ley marcial que se impuso en 1981, y que
prácticamente le llevó a su desarticulación.
Jaruzelski quiso dar a Thatcher
jarabe de su propia medicina. Si ella en Gran Bretaña defendió el cierre de
empresas no viables, anuncia en las vísperas de la visita la intención de
cerrar los astilleros Lenin de Gdansk, a
la sazón reducto de Solidaridad, argumentando
sus cuentas deficitarias (recordemos que Thatcher
siempre defendió el cierre de las minas no rentables). Pero no se trataba tanto de un problema económico como de una
falta de gestión por parte de las autoridades polacas.
Margaret
Thatcher no iba a tolerar que le
impidieran entrevistarse con L. Walesa
y los principales adversarios del régimen.
Previamente había consultado con el Papa Juan Pablo II (que a su vez
visitó Polonia en 1987 y contribuyó al renacimiento de Solidaridad). Juan Pablo II, con su visita, ejerció una fuerte
presión a favor de las reformas y estimaba que, el viaje de Thatcher, iba a influir positivamente
en ese camino emprendido.
Thatcher entró en contacto con la Polonia real. Visitó la
Iglesia de San Estanislao de Kostka, al norte de Varsovia, donde el padre Jerzy Popieluszko estuvo pronunciando
sermones anticomunistas hasta su secuestro y asesinato por los servicios
secretos polacos. “La Iglesia se hallaba
abarrotada de gente de todas las edades que habían venido a verme y que, a mi
entrada, entonaron un himno polaco”. Thatcher
salió convencida de que era el credo del pueblo y no el de los asesinos el que
resultaría vencedor en Polonia.
En Gdansk con Walesa.
Los dirigentes de Solidaridad son, en palabras de Thatcher “una mezcla de
trabajadores e intelectuales”. Su objetivo: el pluralismo político. En el
viaje a Polonia, Thatcher planteó la
necesidad de la legalización de Solidaridad.
En el verano del 1989 se dan los primeros signos del
colapso comunista en la Europa Oriental. Solidaridad gana las elecciones en el
mes de junio. En Hungría se impuso la liberación, con la apertura de la
frontera con Austria, lo que permite la entrada de refugiados de la Alemania
Oriental.
El 10 de Noviembre de 1989 es la fecha del inicio de
la demolición del muro de Berlín. Thatcher
lo vislumbró en su visita a Berlín de 1983. La caída del muro es el resultado
de una doctrina de firmeza y resolución del mundo occidental, del mundo libre;
pero también de la renuncia, por parte de los nuevos dirigentes, personalizados
en la figura de Gorbachov, a la doctrina Brezhnev.
Uno de los fracasos de la política de Margaret Thatcher, referente a su
política exterior, y que surge a raíz de la caída del muro, fue el de la unificación alemana, a la que se
opuso radicalmente.
En 1990 Margaret Thatcher visitó Checoslovaquia y
Hungría. Quedó fuertemente impresionada con el Primer Ministro Hedel. Esa buena imagen deviene del
discurso que pronunció en su toma de poder:
“El régimen
anterior, armado de su ideología arrogante e intolerante, degradó al hombre,
trocándolo en fuerza de producción, y degradó a la naturaleza, trocándola en
herramienta de producción. Así agredieron la esencia más pura del hombre y de
la naturaleza, incluida la relación entre ambos.”
Palabras que bien pudiera haber pronunciado,
conforme a los principios y valores que inspiraron su actuación, la propia Margaret Thatcher.
8.El adiós de Margaret Thatcher
La democracia no es algo que respete a las personas.
W. Churchill lo comprobó cuando,
tras dirigir Gran Bretaña en su lucha contra el nazismo, fue derrotado en las
elecciones de 1945. En el caso de Margaret
Thatcher no fueron unas elecciones las que la retiraron del cargo, sino su
propio partido político.
En su último discurso en el Parlamento dejó la
impronta de su actuación en los once años en los que tuvo el poder. Cada frase
que pronunció formaba parte de su alegato ante el tribunal de la historia.
Historia que jamás podrá decir que su gestión fue distinta a los objetivos que
se marcó al inicio de sus mandatos, tanto en si política interna como en su
política internacional.
“Hace diez
años, la parte oriental de Europa estaba bajo el poder totalitario; sus pueblos
no conocían ni derechos ni libertades. En la actualidad, contamos con una
Europa donde la democracia, el imperio de la ley y los derechos humanos
fundamentales se van extendiendo sobre una zona cada vez más amplia; donde la
amenaza a nuestra seguridad por parte de las fuerzas convencionales abrumadoras
del Pacto de Varsovia ha sido eliminada; donde el muro de Berlín ha sido
derribado, y la Guerra Fría ha llegado a su fin.
Estos
cambios enormes no se han producido por casualidad. Han sido logrados por medio
de la fuerza y la resolución en la defensa, y por una negativa a dejarse
intimidar. Nadie en Europa del Este cree que sus países serían libres si no
fuera por aquellos gobiernos occidentales que estaban dispuestos a defender la
libertad, y que mantuvieron viva la esperanza de que algún día también la
Europa del Este sería libre.
Hay otra
cosa que se puede sentir. Es la sensación del destino de este país: los siglos
de historia y experiencia que aseguran que, cuando se deben defender los
principios, cuando se ha de apoyar al bien y de vencer al mal, Gran Bretaña
empuñará las armas. El hecho de que quienes estamos en este bando nunca hayamos
dudado ante las decisiones difíciles hace que hoy esta Cámara y este país
puedan confiar en este Gobierno.”
Cuenta en su autobiografía que se sentó en su escaño
entre los vítores de sus colegas resonando en sus oídos y empezó a pensar en lo
que haría a partir de ese momento…
Y ese mañana, al menos desde la perspectiva de quien
está haciendo este trabajo, nos permite ver
a Margaret Thatcher, junto con
Ronald Reagan y Juan Pablo II, como unos promotores y campeones de la
libertad; tres personajes, tres líderes, de la primacía de la dignidad del
hombre, de los derechos inviolables que le son inherentes y del libre
desarrollo de su personalidad, frente a la sumisión de cualquier signo o
naturaleza. Simbolizaron el triunfo de la democracia liberal frente a la
tiranía comunista.
A Margaret Thatcher nunca le asustó la
verdad, su verdad…
Las personas que no sufren este miedo, perturban y
molestan a los que carecen de principios o los enmascaran, para ser así mejor
acogidos por una sociedad que, igualmente, da la espalda a todo lo que no sea
material y artificial, que se doblega ante lo efímero o insustancial, dejando a
un lado los principios y valores que han
constituido la base sobre la que se han asentado y desarrollado su cultura a lo
largo de la historia.
A Margaret Thatcher nunca le asustó la
verdad, su verdad…
En su demencia senil, que le acompaña en los últimos
años de su vida, estoy absolutamente convencido de que puede haber olvidado dónde
dejó el libro de lectura que le acompañó en la noche anterior; pero no ha
conseguido aparcar, en ese mundo de los recuerdos borrados, los principios y valores
que marcaron toda su existencia y que aplicó en todas sus actuaciones públicas
y privadas.
Porque los principios y los valores no sólo se
hospedan en el cerebro…también están arraigados en el corazón, y ese, hasta la
fecha, le funciona perfectamente.