Hay debates
que entiendo son estériles. No quiero decir con esto que pueda oponerme al
contenido de un documental, a su carácter científico y divulgativo, que pueda aportar argumentos sólidos, en un sentido
o en otro, acerca de si la muerte de un miliciano es una fotografía captada en
el preciso instante en el que una bala impacta en su rostro, o bien si se trata
de una fotografía “preparada” por Robert Capa para mostrar a la humanidad la
barbarie de una guerra fratricida, o simplemente para contribuir a la vanidad
de un fotógrafo que experimentaba, por primera vez en la historia, sobre la
profesión del fotoperiodismo.
Sea como fuere,
la fotografía de Capa causó un gran impacto. Sea como fuere, la fotografía se convirtió
en icono y símbolo de la guerra civil española.
La instantánea
de Robert Capa es trágica. Un miliciano en una postura similar a la de un
Cristo crucificado, rompe su carrera por la ladera de un cerro cordobés,
cayendo abatido, con un rostro roto y crispado, expirando sus anhelos y deseos
de una forma de concebir España, ante el alzamiento de un ejército sublevado.
Este miliciano
no tenía uniforme militar. Una camisa blanca, convenientemente remangada, unas
cartucheras y un pequeño zurrón, eran sus pertenencias personales. Sólo el
fusil dormido en una de sus manos, mirando al cielo, acredita la existencia de
la guerra; también la gorra, con borla del soldado, pero esa, no dispara.
Y así, la
casualidad o la escenografía, cala en la mente y en el corazón de los que la
visionan, y convierte la fotografía en el referente de la contienda civil española.
Hay secretos
que además no conviene revelar. Los distintos testimonios que avalan una u otra
tesis sobre la fotografía, te posicionan en uno u otro sentido. Al final la
muerte de un miliciano queda envuelta en una especie de misticismo que la hace
aún más grande, y que cada polémica, que en un futuro surja sobre la misma,
hará crecer más y más, la imagen del hombre abatido, por su visceral perfección.
Hay secretos
que ni tan siquiera conviene investigar. Ojalá nunca aparezcan unos negativos
para no romper ese envoltorio de grandeza. Hay fotografías que no están hechas
para recordar, se hacen para que los demás podamos comprender. Con la fotografía de Capa hemos comprendido la inutilidad de una guerra entre hermanos.
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